Mi queridísima Naar, cuyo gato Ron me hizo ser una de las ganadoras de su sorteo, por el que me hice
acreedora de unas pulseritas preciosas de las que publicaré foto en breve,
coincidió conmigo en el “Ustedes Dirán” anterior en que Jenny, la protagonista
femenina de Forrest Gump, merecía un buen despelleje. Y como ya andaba yo con
ganas de hacerlo y, encima, me han empujado a ello, procedo a ponerla a caer de
un burro. (A Jenny, no a Naar, que es muy maja).
Jenny es una chica que ha sufrido mucho. Sufrió abusos
sexuales desde niña y, de mayor, digamos que no se juntó con las mejores
compañías, lo que la volvió una drogadicta y terminó cantando desnuda en un
antro de mala muerte. Hasta ahí, bien. Pero, digo yo, Jenny de mis entretelas
¿Eso te da derecho a aprovecharte de Forrest todo lo que te da la gana?
Durante toda la película, el pobre Forrest no hace más que
escribirle cartas y buscarla por doquier (hasta le pone su nombre a un barco,
que eso no lo hace cualquiera. Yo no tengo ningún barco con mi nombre surcando
los mares del mundo; no os digo más). Esas cartas jamás son contestadas y, por
supuesto, cada vez que Forrest la localiza, ella sale por patas con la excusa
de “es que te voy a hacer daño”, “es que tú eres muy bueno”. Ya. Y unas
narices, digo yo. Lo que no quería la pelandrusca ésta es que sus amigos súper
cool se rieran de ella por ir con alguien como él. ¿Por qué deduzco esto? Pues
porque siempre que las cosas le van mal (o peor de a lo que ella está
acostumbrada) sí que lo busca y se deja querer (en todos los sentidos de la
expresión) para sacar tajada. Muy mal, Jenny.
Rechaza la propuesta de matrimonio de Forrest (porque es muy
bueno y ella le va a hacer mucho daño, no penséis que es porque no quiere
casarse con él) y se vuelve a dar el piro. Tiene un hijo suyo y ni se lo cuenta
pero, el día que descubre que está enferma y se va a morir, le pide que vaya a
su casa para decirle “oye, majo, que éste es tu hijo y resulta que yo me voy a
ir al otro barrio pronto. ¿Qué tal si nos casamos?”. Y va Forrest, que es un
santo, y se casa con ella. ¿Se puede ser más asquerosa? Las cosas no van así,
mi querida Jenny. Uno tiene que apechugar con sus actos y no esperar a que
venga otro siempre a sacarte las castañas del fuego.
Lo dicho, Jenny, que me caes fatal. El haber tenido una vida
dura no te habilita para convertirte en una tirana en tu reino particular,
donde siempre tiene que hacerse tu santa voluntad porque tú, pobrecita, lo has
pasado muy mal y por eso puedes hacer daño a los demás sin sufrir ningún tipo
de consecuencia.
P.S. ¿De qué quieres que escriba? No seas tímido y
cuéntamelo.
P.S.2: Otro añito que se nos va, así a lo tonto. No os
atragantéis con las uvas y, sobre todo, sed felices en 2014 y siempre.