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jueves, 30 de agosto de 2018

Volveré… es más amenaza que promesa


Vamos hoy con un post cortito para anunciar que, por fin, me voy de vacaciones. Este año me he tirado trabajando todo el verano por razones que ya explicaré a la vuelta (razones buenas, no os preocupéis por mí, que todo funciona bien en mi vida).

Os diría que no me echéis de menos pero, en realidad, dada la escasez de inspiración que me aqueja últimamente, me da que ni siquiera vais a notar mucho la diferencia… hasta Forlán, que presumía de estar manteniendo vivo el blog, se ha dado a la vagancia y la vida contemplativa que provoca la canícula. Y esta es una clara señal de que necesitamos vacaciones.

No voy a salir de Madrid, así que medianamente estaré leyendo y respondiendo comentarios de vez en cuando pero confío en que el descanso veraniego-otoñal me haga volver con las pilas cargadas y con anécdotas para contar. Como ni siquiera la desconexión provoque la vuelta de las musas, no sé yo ya a qué atenerme.

Pues lo dicho, que nos vemos el 1 de octubre… creo. Ya sabéis que yo para eso de las vueltas soy muy laxa porque tengo que entrenar mi cerebro para la vuelta a la rutina. Resulta que es tan vago como yo y enseguida se acostumbra a eso de vivir mirando las musarañas.

Sed buenecitos y espero que a mi vuelta haya alguien todavía por aquí. Al menos para ayudarme a limpiar el polvo y las telarañas.

miércoles, 29 de agosto de 2018

Anuncios Pesadillescos CCLVIII: Dudo que sólo sea calcio


De esta marca de leche ya había traído alguno. No de esta modalidad de leche en concreto (o eso creo recordar) pero sí de la misma compañía.

Y no es que me guste cebarme con marcas o productos pero es que a veces no me dejan más remedio. Si estoy delante de la tele medio adormilada (porque, como tengo sueño atrasado desde el 2016, la única forma en que me muevo por la vida es medio adormilada) y, de repente, veo algo que me hace abrir los ojos como platos y disipa completamente mi somnolencia, ¿cómo voy a dejar de compartirlo con vosotros?

El anuncio empieza con una escena bastante normal. En la mesa de la cocina se encuentran desayunando una abuela y su nieto. La madre de la criatura (que desconozco si es hija o nuera o de la abuela) les sirve leche mientras ellos intercambian sonrisas cómplices. Supongo que se ríen porque, en su fuero interno, están pensando “menuda pringada ésta, que viene a servirnos como si fuéramos marqueses mientras nosotros no tenemos que levantar el culo de la silla”. Y tal vez penséis “bueno, a lo mejor la buena señora está muy mayor e impedida para moverse mucho”. Ja. Esperad y veréis.

La voz en off nos pregunta si sabemos por qué esta leche enriquecida con calcio es súper ideal para todos los integrantes de la familia. En vez de deshacerse en explicaciones, prefieren hacernos una demostración visual por lo que, a continuación, vemos al nieto y a la abuela parados frente a los escalones de entrada a la casa. Intercambian una última mirada, asienten con la cabeza al mismo tiempo y, a continuación, bajan las escaleras dando saltitos con los pies juntos, como si fuesen canguros. Como gracia y muestra de complicidad intergeneracional estaría bien. El tema es que continúan calle abajo con sus saltitos de marsupial, pasando junto a una mujer que lleva en sus manos una montaña de cajas, y a la que casi tiran al suelo en clara actitud gamberra.

Desplazándose a saltos, pasan frente al frutero que sonríe y junto a las señoras de la peluquería que los saludan con la mano. Hacen una breve parada en la cancha de baloncesto, donde el niño, sin parar de dar saltitos, encesta de espaldas mientras su abuela lo observa orgullosa.

Finalmente, el niño sube las escaleras de entrada al colegio (sí, habéis adivinado, dando saltos) mientras su abuela lo despide desde abajo. La abuela se ha quedado quieta, finalmente, para alivio del espectador pero esto sólo le dura mientras se despide de su nieto porque, al darse la vuelta para continuar con sus quehaceres matutinos, que vete a saber cuáles serán, da un último saltito chocando los talones en el aire porque encima parece que se quiere chulear.

La última imagen son las cajas de leche dando saltitos sobre la encimera de la cocina. Y ya si hasta los seres inanimados dan saltitos, miedo me da preguntar qué lleva esa leche aparte de calcio.

jueves, 23 de agosto de 2018

Defensa del lepidóptero


Iba en el autobús la otra mañana rumbo al trabajo con una compañera que, aparte de compañera es vecina. Vive en la esquina de mi casa y se sienta a mi lado en el trabajo; así que yo creo que la veo más horas a la semana que al churri.

En fin, el caso es que íbamos hablando de nuestras cosas (de las cosas que medianamente se pueden hilar a las seis y veinte de la mañana) cuando, en la ventana que llevaba yo a mi izquierda, se posó una polilla. Mi compañera casi entra en estado de pánico y me dice “¡¡¡Ay, tienes al lado una polilla!!!”. Confieso que a mí tampoco me gustan demasiado pero no les tengo ese terror que les tiene otra gente y esto me dio que pensar (repito: lo que se puede pensar a las seis y veinte de la mañana).

¿Por qué las polillas nos producen aversión? La respuesta es simple: Porque son feas. La mayor parte de la gente (no digo toda porque sé de personas que se ponen histéricas hasta con las inocentes y cuquísimas mariquitas) ve una mariposa y dice “Ayyyyy,  mira que mariposa tan bonitaaaaa” y se solazan en ese bucólico momento.

Las polillas son el mismo bicho pero con la diferencia de que son nocturnas, no tienen colores vistosos y son más “peluditas”. Pues ahí tenéis un claro caso de discriminación entomológica basándonos en el aspecto del pobre bicho. Las polillas no pican, no hacen mal a nadie y mis gatos las consideran un manjar sólo comparable a que nosotros viéramos patas de jamón de jabugo volando por los aires y chocándose contra las bombillas. Si a eso le sumamos que a todas luces son unas fiesteras porque se pasan toda la noche de picos pardos, deberían parecernos graciosísimas. Total, por las noches se ven muchos seres poco vistosos y, en ocasiones, muy peluditos y no hacemos tanta alharaca. Pasa lo mismo con las babosas, que yo creo que las discriminamos porque son caracoles homeless.

Tendemos a defender más a los animales que nos parecen bonitos. Sobre todo si son mamíferos porque tenemos una cierta sensación de pertenencia de grupo. No se habla de la defensa del besugo ni se ondea una bandera por los camellos, pese a que son los encargados de traernos regalos en enero (o de surtirnos de sustancias estupefacientes, según de qué clase de camellos estemos hablando).

Así que vaya desde aquí mi defensa y mi solidaridad con las polillas, que también merecen su espacio en el mundo y en los medios de transporte público. Aunque no pagan billete y eso sí me cabrea un poco porque tal vez estemos ante un claro caso de discriminación positiva. Ya que van a usar autobuses, metros (y, a veces, hasta taxis) para desplazarse de un lugar a otro en lugar de usar sus alitas que para eso las tienen, qué menos que exigir que paguen su parte.

Si exigimos igualdad, que sea con todas las consecuencias.

miércoles, 22 de agosto de 2018

Anuncios Pesadillescos CCLVII: Aprovechando la coyuntura


¿He traído alguna vez un anuncio de agua? La cosa no me suena, sinceramente, pero siempre hay una primera vez para todo.

Se trata de una marca de agua mineral muy conocida. Una cantante también muy conocida comienza a cantar una versión del “A quién le importa” de Alaska que todos hemos cantado en alguna noche de fiesta, totalmente convencidos de que el resto de la humanidad está preocupadísimo por lo que hacemos o dejamos de hacer en la vida, cuando en realidad probablemente a todos se la traiga con viento fresco.

Las imágenes, mientras suena la cancioncita de marras, nos muestran a mujeres en diferentes situaciones: montando en moto, andando por la calle, una embarazada bailando, una chica boxeando, otras rapeando (supongo, por la vestimenta, aunque tal vez me esté dejando llevar por los prejuicios), otra encabezando una manifestación, una niña montando en bicicleta, una chica jugando a los bolos en silla de ruedas, niñas recibiendo medallas de natación, otra que se rapa la cabeza, una que baila en el supermercado (confieso que me siento identificada; más de una vez el hilo musical me ha hecho marcarme un baile en mitad del pasillo de congelados, para deleite, o sorna, de los encargados de vigilar las cámaras), un equipo de fútbol americano femenino, otras dos que se hacen arrumacos, una señora mayor que baila en la calle, una joven que también baila en la calle… y ahí se ve que se quedaron sin presupuesto para más actrices y vuelven a mostrar más o menos a las mismas, aunque también nos enseñan a una madre dándole el pecho a su bebé en un sitio público y a otra que está sentada mientras un hombre pinta un mural.

Y sí, ese es el único hombre que sale en todo el anuncio. Se ve que beber agua es algo que hacen exclusivamente las mujeres. Los hombres pueden hidratarse a base de cerveza mientras ven el fútbol en la tele con sus amigotes, supongo. Lo malo es que el tema del empoderamiento femenino después les falla con el uso del lenguaje. Dicen que debemos liberarnos del qué dirán para ser nosotros mismos. No dicen “nosotros y nosotras” ni “mismos y mismas”. Ni siquiera usan un “nosotres”, que tan de moda está ahora, con la clara intención de que todos los correctores de texto del mundo colapsen y Garcilaso se revuelva en su tumba. Han fallado estrepitosamente ahí.

Y ya rematan diciendo que es un agua 100% libre de impurezas. ¿100% libre de impurezas? ¿Es agua destilada o qué? Cada vez que en un anuncio se afirma algo así, muere un Ingeniero Químico.

Es todo muy confuso. No entiendo qué tiene que ver la liberación femenina con el agua porque, hasta donde sé, hasta las mujeres oprimidas beben agua. Creo que esto es lo que comúnmente se conoce como “aprovechar la coyuntura”. Tomo un tema que esté de actualidad y lo meto con calzador aunque no venga ni a cuento.

Lo que hay que ver.

miércoles, 15 de agosto de 2018

Anuncios Pesadillescos CCLVI: Los alimentos acosadores


Recuerdo que, en mis épocas de estudiante, un profesor nos contó que el nacimiento de la figura del superhéroe coincidió aproximadamente con el nacimiento de la burocracia. La idea de poder tomarte la justicia por tu mano sin tener que pasar por interminables trámites previos resultaba de lo más atrayente a la audiencia.

Pero, al parecer, ya nos han metido tantos superhéroes para solucionar nuestros problemas más importantes (como robos, asesinatos, accidentes y demás) que han decidido buscarles tareas más mundanas. De hecho, a día de hoy, según la publicidad, cualquier objeto inanimado puede convertirse en superhéroe. Ya tuvimos un ejemplo hace algunas semanas con un quesito (creo recordar que hemos tenido algún otro pero llevamos ya más de doscientos anuncios, así que no pretenderéis que tenga memoria a tan largo plazo) y hoy vamos con un gel para las llagas de la boca.

Vamos por partes. El anuncio está hecho en base a animación (por suerte, porque ya ver a un ser humano disfrazado de gel para las llagas me  parece demasiada humillación para el pobre actor que debe ganarse el pan). Lo primero que vemos es a una chica sentada a la mesa del desayuno, tocándose un moflete con cara de sufrimiento  y pensando “Tengo una llaga”. Acto seguido, los alimentos y objetos de la mesa cobran vida y vemos cómo una cafetera, una naranja, un limón y una tostada, se levantan y, caminando hacia ella, corean todos “Tiene una llaga, tiene una llaga, tiene una llaga…”, con ese soniquete de niño repelente que todos hemos oído alguna vez (o hemos hecho, si se da el caso de que fuimos niños repelentes). Hay que decir que la cafetera es una torpe porque, en su avance por la mesa, tira una taza que, por suerte, estaba vacía.

Pues bien, como la muchacha necesita una capa protectora sobre su llaga, una mano sin cuerpo deposita una caja de este producto sobre la mesa. Me encantan esas manos en publicidad, que aparecen de la nada trayendo una solución; en mi casa nunca pasan estas cosas. Un momento, que pruebo…

Necesito un bolso caro.

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Nada. ¿Lo veis?

Me he dispersado. Sigo. La caja da vueltas sobre sí misma y se convierte en un superhéroe de capa morada (y protectora, columbro). Demuestra su acción sobre sí mismo, creando una cúpula invisible sobre su cabeza, de manera que los alimentos no puedan hacerle bullying. Porque sí, será muy superhéroe pero tiene el tamaño de la cajita de gel. Vamos, que lo puedes aplastar con un pie por mucha capa protectora que tenga.

Pues eso, que el gel promete proteger nuestra llaga de los ataques alimentarios al tiempo que nos da un chute de ácido hialurónico que hará que cicatrice mejor y más rápido. No sé si os habéis fijado pero, hace unos años, nadie hablaba del ácido hialurónico y ahora no hay producto que se precie que no lo incluya. Vale para todo.

El ácido hialurónico es la nueva agua de Lourdes.

lunes, 13 de agosto de 2018

Crónicas Felinas CCLXVI: Alguien tiene que decirlo


Marrameowww!!!

Me tenía que haber declarado en huelga cuando amenacé con hacerlo porque, sinceramente, me siento explotado. Veo que la bruja está haciendo lo que le da la real gana. A veces publica, a veces no, y anda con una intermitencia impropia de ella pero a todas luces palpable.

Sin embargo, aquí sigo yo dando el callo cada lunes. No me parece justo que, mientras ella se pega la gran vida y se entrega a los placeres de la anarquía y el desenfreno, yo tenga que fichar aquí cada semana. “Es que me han abandonado las musas”, dice ella. ¿Y a mí? ¿Os da la sensación de que esté relatando algo de lo más emocionante? ¿A que no? Pero aquí estoy, no obstante, dándole a la tecla e intentando rellenar este espacio vacío del lunes para que tengáis unas míseras letras felinas que llevaros al gaznate blogueril. Porque, pese a la fama que me dais todos, yo sí pienso en la audiencia y estoy dando muestras de una profesionalidad mucho mayor que la de la bruja.

Para mí que es la crisis de los cuarenta. La bruja se nos ha puesto vieja y ahora quiere andar por la vida a lo loco, como una adolescente sin obligaciones y negarse a dar explicaciones a nadie. Le falta masticar chicle con la boca abierta y poner los pies encima de la mesa. Esto último no lo hace porque, como digo, ya está mayor y teme no poder recuperar su posición original si pone las piernas encima de la mesa. Pero para lo del chicle dadle tiempo.

Mientras tanto, yo me comporto como el único ser adulto de esta santa casa. Con el imberbe no se puede contar para nada que implique cierto grado de responsabilidad porque para eso es el imberbe y el consorte… en fin, el consorte pasa de todo porque creo que ya nos dejó a todos por imposibles hace tiempo. No entiende el sacrificio bloguero. Para él, estar en casa es sinónimo de tumbarse a la bartola y olvidarse del mundanal ruido. Sumar una actividad más a su vida no entra en sus planes.

Así que, la próxima vez que penséis que soy un ser cruel y despiadado, sin un mínimo atisbo de empatía, recapacitad y daos cuenta de que, si este blog sigue vivo, es gracias a mí. Y no vale decir que los anuncios  se siguen publicando religiosamente. Los anuncios ya se los dan hechos. Ella no hace más que sacarse de la manga un par de chistes traídos de los pelos y con eso tiene el trabajo hecho (esto ya se lo dijeron una vez y, según mi opinión, con más razón que un santo). Es en la entrada de los jueves donde se nota que a la bruja ya se le pasó el cuarto de hora, si es que alguna vez tuvo algo superior a cinco minutos.

Creo que tendría que asumir la derrota y dejarme el blog a mí.

Ella ya es un juguete roto.

Prrrrrr.

jueves, 9 de agosto de 2018

Intrusismo profesional


Hoy vengo como una niña pequeña a enseñar sus juguetes. Me explico. Resulta que mi querida Gladys del blog “Integral Woman” organizó un sorteo para celebrar sus siete añitos de blog.

Y no lo gané. Peeeeero, aparte del sorto “gordo” hizo otro sorteo en secreto donde resulté ser una de las afortunadas. No sabéis qué alegría genera eso de ver que has ganado algo cuando ni siquiera te sabías candidata a ganarlo.

Como el premio era sorpresa, estuve mordiéndome las uñas hasta que, por fin, el lunes de la semana pasada llegó mi paquetito (bueno, le llegó al portero de mi edificio porque el de Correos se lo había dejado a él).

Cuando el churri me hizo entrega del paquete, a su vez entregado por el portero y a su vez entregado por el cartero (la de manos que tocaron mi paquete, qué vulgaridad…) lo abrí rauda y veloz y dentro, aparte de una cartita muy tierna y cariñosa, encontré las siguientes cositas:

Esmalte de uñas, aceite de ducha, máscara de pestañas y labial permanente
La foto no me quedó muy allá. Tengo que mejorar la técnica.

De más está decir que estaba como si fuese Navidad o mi cumple o algo… No voy a hacer una reseña extensa de cada producto porque eso se lo dejo a ella, que es experta en relatarnos con todo lujo de detalles los componentes, los efectos sobre la piel y todo lo demás. Yo voy a hablar desde mi humilde opinión de simple usuaria. Pese a mi política de no nombrar marcas en el blog, esta vez me tocará hacer una excepción…

Esmalte de uñas “Explosiva” de Masglo: Tengo una amiga colombiana (sí, ya lo sé, la nombro mucho) que siempre ha hablado maravillas de esta marca de su tierra natal. Confieso que, pese a las buenas reseñas que había leído en general acerca de estos esmaltes, nunca los había probado. Ahora, gracias a Gladys, me he estrenado con este tono coral de lo más veraniego y he de decir que estoy gratamente sorprendida. Ya lo llevo puesto desde hace más de una semana y ni se mueve, el condenado.

Aceite de ducha “Amande” de L´Occitane: No creo que tenga que hacer mucha introducción sobre la marca porque su fama la precede. En la foto es lo que parece un caramelito (me pareció una monada que viniera envuelto así). Es un aceitito que hace espuma al contacto con el agua, así que te lo embadurnas, te aclaras y sales de la ducha con la piel suavecita y con un olorcito a almendra que pareces un mazapán. Huelga decir que me ha gustado mucho.

Lápiz de labios líquido permanente Vice de Urban Decay en tono Tryst: Lo confieso, me he hecho adicta a los labiales permanentes. Tanto que tengo por ahí un montón de labiales no permanentes que están durmiendo el sueño de los justos en el fondo de mi bolsita de mi maquillaje. Es que no hay comparación con eso de pintarse los morros a las seis de la mañana y volver a las cuatro de la tarde con la boquita intacta, como si no hubieran pasado las horas. Este es un tono coral mate que, he de decir, me probé con cierto recelo porque siempre le he escurrido un poco el bulto a los labiales con tendencia al anaranjado. Creo que era prejuicio porque hice una encuesta entre mis compis de curro y todas coincidieron en que el tono me quedaba bien. Así que, otro acierto por parte de Gladys. Dura muchísimo, no se cuartea, no reseca demasiado y el tono me va bien, ¿qué más puedo pedir?

Máscara de pestañas “Perversion” de Urban Decay: Tengo que decir que este es el único producto que aún no he probado. Estoy esperando a estrenarlo en alguna salida nocturna. ¿El motivo? Suelo usar máscara transparente porque es lo más parecido a no llevar nada (simplemente es algo que te las peina y te las deja colocaditas). Tengo muchas pestañas y muy largas, así que normalmente las máscaras que, como esta, prometen darte mucho volumen (y me da que cumple con lo que promete) hacen que mis pestañas parezcan postizas y me asemeje a Betty Boop, así que, como no es plan de ir así a trabajar, prometo estrenarla para una cena o alguna salida de picos pardos con mis amigotas.

Y eso es todo, que no es poco. Muchas gracias otra vez, Gladys. Y que sepas que no sólo me has hecho unos regalitos estupendos sino que me has regalado un post en esta época de sequía creativa que estoy atravesando. Al final hasta le voy a pillar el gusto a esto de escribir posts de belleza, aun a riesgo de que me acusen de intrusismo…

miércoles, 8 de agosto de 2018

Anuncios Pesadillescos CCLV: No pasarán (Partes 2 y 3)


Como se ve que os va la marcha y casi todos me dijisteis que queríais continuar con la trilogía de los mosquitos, vamos hoy con el segundo y el tercero.

En el segundo anuncio, también vemos a alguien contemplando a una nube de mosquitos tras la ventana. En esta ocasión, es un niño quien los observa, con ambas manos apoyadas en el cristal y una cara de haber  perdido la fe en la humanidad que dan ganas de decirle que no todo está perdido. A este niño le veo posibilidades para protagonizar la próxima película que se perfile como ganadora absoluta de los Goya.

A lo que iba: la siguiente escena nos sitúa en el interior de la casa. Antes de pasar al diálogo tengo que hacer especial mención a la decoración porque pocas cosas he visto más eclécticas que esta. En ese salón conviven sin complejos un dragón negro, una copa gótica que haría las delicias de Drácula a la hora de tomarse un bloody mary en sentido literal, un conejito de plástico, cochecitos, un pez solitario en una pecera redonda y unos banderines en el techo (que desconozco si se han quedado ahí de algún festejo reciente o si el festejo pasó hace mucho y los banderines se quedaron ahí por pura dejadez). Ahora sí, vayamos al diálogo. La madre les dice a sus tres retoños (se ve que en esta familia todo funciona mediante plenarios) que tienen derecho a jugar sin miedo, como si fuese a soltar un discurso sobre la injusticia que supone que existan niños en situación de guerra pero no, la cosa se banaliza demasiado cuando suelta “recuperemos nuestra piscina”.

La madre decreta que hay que pasar a la acción y hacer frente a los mosquitos. Acto seguido, todos se colocan unas pulseritas (que por los comentarios del post anterior creo que quedó claro que no le funcionan a nadie) y salen todos corriendo al jardín. Uno de ellos ya con las gafas de buceo puestas (no sé yo qué tal se verá con eso para correr) mientras la niña se ha atado al cuello una toalla roja, a modo de capa de superhéroe, porque la hazaña que están realizando al combatir los mosquitos no merece menos.

El tercero es muy cortito pero no por ello menos jugoso. Si eres un despistado o un pasota que ha hecho caso omiso a eso de estar utilizando métodos preventivos contra las picaduras, tampoco pasa nada. Un hombre sentado en una silla en la piscina, ataviado con camisa hawaiana, recibe gustoso el stick que una mano cuyo dueño desconocemos le ofrece. Se lo pasa por su reciente picadura en el brazo y ya puede repantigarse a gusto en la silla, con los brazos detrás de la cabeza y un cóctel sobre la mesita, justo al lado del stick.

Espero que no los confunda porque el cóctel tiene pinta de dulce y no vaya a ser que no sólo atraiga a los mosquitos sino también a las abejas.

lunes, 6 de agosto de 2018

Crónicas Felinas CCLXV: Juegos de verano


Marrameowww!!!

Voy a contaros algo de lo que seguramente no os hayáis enterado porque apenas lo ha comentado nadie: hay ola de calor.

Hasta la bruja, que toda la vida ha sido muy fan del verano, se ha pasado el fin de semana pegadita al ventilador. Sólo salió a la calle por razones de fuerza mayor, dejándose ver en la calle a horas demasiado tempranas para un sábado, a fin de estar recluida en Bruja´s Manor antes de que el calor apretara demasiado.

Nosotros, por supuesto, hemos pasado la mayor parte del tiempo en modo babosa, reptando por el suelo o escondidos debajo de los muebles (porque entendemos que a la sombrita se estará más fresco). No obstante lo anterior, yo he desarrollado una nueva manía que, confieso, está destinada a desorientar a la bruja y acercarla un poquito más a la pérdida del poquito juicio que le queda.

Esto consiste en detectar cuando la bruja está haciendo algo en el portátil (esto puede ir desde escribir alguno de sus posts infames para este blog hasta chatear con algún conocido, pasando por jugar a algo o ver vídeos en TúTubo que nunca confesará haber visto) y, a continuación, tumbarme en el costado izquierdo del mismo. Sí, por donde sale el aire caliente.

Con esto tengo una doble ventaja. Desconcentro a la bruja porque empieza a decirme que me quite de ahí, que me va a dar el sarampión por estar pegado  a esa fuente de calor y, por otra parte, si estiro la cabeza en actitud mimosona fingiendo que me apetece que la bruja me toque con esas manos asquerosas que vete a saber qué habrán tocado, siempre consigo pulsar alguna tecla, lo cual es especialmente molesto para ella si está intentando escribir alguna de sus tonterías.

Así que empieza a empujarme para que me vaya, con la excusa de que me va a dar un golpe de calor, aunque en realidad lo que le pasa es que la estoy molestando sobremanera. Esa es la señal para que yo active el modo lapa, que consiste en hacer fuerza sobre la mesa para que sus empujones no consigan moverme ni un milímetro. Si finalmente se cansa, me coge en volandas y me baja de la mesa, no tengo más que volverme a subir y recuperar el sitio que me acaba de arrebatar.

Y sí, no voy a mentir, paso calor pero os puedo asegurar que merece la pena cuando veo que la bruja empieza a desesperarse porque  no la dejo hacer nada y porque no le apetece salir conmigo al veterinario  a que me traten por un golpe de calor (no os preocupéis que no pienso permitir que me dé realmente uno; a mí tampoco me apetece ir al veterinario pero me gusta coquetear con la  posibilidad para poner de los nervios a la bruja).

¿Y vosotros, animales que me leéis, cómo lleváis la ola de calor? ¿La estáis aprovechando para vuestros oscuros propósitos o estáis permitiendo que la canícula os venza?

Prrrrrr.

miércoles, 1 de agosto de 2018

Anuncios Pesadillescos CCLIV: No pasarán (Parte 1)


Madre mía, que me acabo de dar cuenta de que estamos en pleno verano y todavía no os había traído ni un solo anuncio de productos para evitar las picaduras de mosquitos. ¿Cómo es esto posible? Si es que ya no sé ni dónde tengo la cabeza…

Pues eso, que si no os he traído ninguno no ha sido por ausencia de los mismos sino por absoluto despiste por mi parte pero no sufráis que procedo hoy, sin más dilación, a enmendar mi terrible error.

Es una saga de tres anuncios (que yo haya visto), donde la premisa general es armarse como los GEO´s cuando van a desarticular una célula terrorista para evitar que nos ataquen los zancudos.

En el primero de ellos, un hombre mira por la ventana hacia el jardín con cara de estar presenciando un paisaje postapocalíptico. El asunto es que entre los matojos revolotean millones de mosquitos y el hombre sufre ante la perspectiva de no poder disfrutar de su jardín, que sus buenos euros le habrá costado.

Pero, como decían los romanos “Non preocuparum, largum vivirum (est)”, para todo hay solución en esta vida. Convocan una asamblea familiar (porque el asunto a tratar no merece menos) y, una de sus integrantes (que debe ser la “portavoza”), dictamina que no pueden seguir sufriendo. Una de las asistentes a la asamblea, ante estas palabras tan demagógicas, se muerde el labio inferior y niega con la cabeza con una cara de angustia que da hasta ganas de darle un abracito.

A continuación, esta nueva Pasionaria coge a su marido (el hombre aterrado de antes) por la nuca y le dice mirándolo fijamente a los ojos “Recuperemos nuestro jardín”. Ahí ya viene la parte en que arenga a las masas y, diciendo que hay que pasar a la acción, conmina a todos a echarse spray antimosquitos por cuanta parte del cuerpo tengan visible. Grita que hay que hacer frente a esos mosquitos de ahí fuera y salen todos corriendo, con ella a la cabeza, que lleva un spray delante de sí como si fuera un lanzallamas. Se ve que ella  no entendió que el spray es para rociárselo a sí mismo, no para atacar a los bichos directamente; ya me la veo durante toda la barbacoa intentando atinar con el spray a cuanto bicho volador se le acerque. Se ve que como agitadora de masas es muy buena pero como entendedora de prospectos deja bastante que desear. Aunque, bien visto, peores son los otros, que van armados con una ensaladera, una espátula y un bote de kétchup.

No further comments.

Pensaba contaros la trilogía completa pero esto me va a quedar más largo que un día sin pan así que, en base a la acogida que tenga esta primera entrega, ya veo si la semana que viene os traigo el segundo y el tercero (el tercero es muy cortito, así que ese sí que lo puedo ensamblar junto con el otro).

Ya me vais diciendo si os apetece más.