Escríbeme!!!

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jueves, 30 de noviembre de 2017

Continuará

Hoy vengo con post corto. Y cuando yo traigo post corto ya sabéis lo que significa. En efecto, me tomo vacaciones. La semana que viene disfrutaré de una reparadora semanita de vagancia extrema. Incluso me quedaré de Rodríguez en casita unos días, así que la desconexión será total. Luego tocará volver a trabajar pero el blog creo que será retomado después del 6 de enero.

¿Qué dices, Álter? ¿Nos vas a tener abandonados todo diciembre?

Sí, soy mala gente, lo admito. Pero es que entre que estas fechas no me molan nada (creo que ya lo habíais vislumbrado a raíz de mi post del jueves pasado) y que en diciembre por aquí suelen quedar cuatro gatos, pues me tomo un descanso, que buena falta me hace.

Pese a que no soy fan de las festividades navideñas, ya sabéis que os deseo lo mejor en estas fechas y siempre, así que espero que terminéis el año como más os apetezca terminarlo y aquí estaremos con un 2018 recién estrenado y un montón de páginas en blanco a rellenar con chorradas varias.

Besitos para todos y portaos bien, que Papá Noel y los Reyes vigilan como acosadores. ¡Se os quiere mogollón!

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Anuncios Pesadillescos CCXXIX: WC Surfer

Lo vi una sola vez y aun así no he podido quitármelo de la cabeza. Supongo que parte de la estrategia publicitaria debe basarse en eso de que no importa si hablan bien o mal de ti sino que lo que importa es que hablen. Conmigo, al menos en este caso, sin duda lo han conseguido.

Esta cadena de tiendas de productos electrónicos ya tuvo su aparición estelar alguna vez en esta sección pero, no conformes con ello, siguen dándome material del bueno (por decirlo así). A lo mejor me dan el material a propósito, porque les mola ver cómo hablo de ellos. Sí, debe ser eso, sin duda.

En este caso, una chica recibe un mensaje de un tal Fabio, que es el chico que la tiene loquita de amor. Es rubio, con pinta de surfero y así como de buen ver en general. Desconocemos su cociente intelectual pero no sabemos para qué lo quiere exactamente la chica, así que lo dejaremos correr. Ella, loca de la emoción, se mete con una amiga en un baño para enseñárselo. El por qué se tienen que encerrar en un baño para esto sigue siendo un misterio para mí, ya que hace tiempo que existen las capturas de pantalla que se pueden compartir discretamente sin necesidad de montar el número. En fin, el caso es que las dos dan saltitos como si tuvieran el mal de San Vito. Aclaro que ambas han pasado la veintena, no hablamos de chiquillas de quince años. Vamos, que tienen una edad ya, como para hacer el indio de semejante manera (tampoco vamos a entrar en por qué siempre tenemos que ser nosotras las emocionadas cuando alguien nos hace caso; me consta que los hombres también se emocionan, aunque no den saltitos). En estas están cuando entra una tercera chica (sin llamar a la puerta ni nada) y, como consecuencia del golpe de la puerta sobre la espalda de nuestra protagonista, el móvil cae inevitablemente al excusado.

En la siguiente escena vemos cómo la chica llega a la tienda de productos electrónicos, ensopada de pies a cabeza, llorosa y con el móvil en la mano. Vamos, que no sabemos cómo pero la chica parece haber estado buceando en las profundidades del inodoro para rescatar su teléfono. Me recordó a cierta escena de Trainspotting que no relataré por no hacer spoiler y porque me da mucho asquito rememorarla.

La dependienta, con muy buen tino, coge el móvil con unas pinzas y, como la chica había contratado garantía para el teléfono, inserta la tarjeta SIM en un aparato nuevo que han customizado convenientemente con una carcasa con la foto de Fabio, para que así pueda guardarlo en el bolsillo delantero de su cazadora vaquera y lleve a Fabio siempre cerca de su corazón.

La chica sale de la tienda entre fuegos artificiales, por un pasillo de gente que la vitorea como si fuese una súper heroína por haber sacado un móvil de un váter.

Lo que hay que ver. 

lunes, 27 de noviembre de 2017

Crónicas Felinas CCXXXVI: Peleando por el territorio

Marrameowww!!!

Hace casi cuatro años (hay que ver cómo pasa el tiempo, aunque me sigo sintiendo un chaval) mis zarpas escribían este post. En aquella época Luhay ya no estaba entre nosotros y al imberbe ni siquiera había nacido, por lo que yo venía siendo gato único con el aburrimiento supremo que ello conlleva pero también con ciertas libertades y con la ventaja de disfrutar de toda la atención y de poder hacer y deshacer a mi antojo, cual monarca absolutista.

Poco menos de un año más tarde de aquella entrada llegaba Munchkin a pisotear mis privilegios. No es que me arrepienta, que tener con quien jugar y un cómplice con el que planificar maldades no está pagado pero lo malo que tiene el jovenzuelo irrespetuoso este es que no sabe respetar las jerarquías y, por ende, los derechos adquiridos por mí desde el principio de los tiempos.

Es así que ahora que llega el invierno, pretende adueñarse del rayo de sol que entra por la mañana. Yo me tumbo ahí tan a gusto, a que me dé el solecito, y este rebelde sin causa viene  a morderme en el cuello y a subírseme encima con claras intenciones de hacerme abandonar mi puesto para colocarse él con actitud triunfante.

¿No me creéis? Pues contemplad estos espeluznantes documentos gráficos:

Gatos peleando por el sol

Gatos peleando por el sol


¿No os doy penita? Eso es lo que tengo que aguantar cada vez que intento tener un poco de paz y tomar un algo de sol para calentar mis huesecillos y para dar envidia a la bruja, a quien sé que le gustaría poder tumbarse en el suelo a tomar el sol pero mide demasiado (sobre todo a lo ancho, pero esto último que quede entre nosotros; no se lo digáis o corro el riesgo de estar comiendo pienso de marca blanca durante una semana) como para entrar en ese huequito. Llegados a este punto, vale la pena destacar que, según avanza el día, la zona soleada va ganando superficie, alcanzando unos nada despreciables dos metros cuadrados. Pero, si os creéis que eso pone fin al conflicto, no podéis estar más equivocados. El imberbe ya puede tener medio salón para ponerse al sol donde le dé la gana que él siempre querrá el trozo de sol donde estoy yo. De más está decir que yo me defiendo con uñas y dientes y al final tiene que conformarse con el trocito que le toque. Sólo faltaba que yo fuese a estar cediendo derechos en pro de un advenedizo.

Y así es como me paso el día entero. Defendiendo mi territorio. También tengo que decir que, a veces, después de pelear un rato, me termina dando calor tanto sol y, finalmente, opto por irme a un sitio con más sombra. A veces lo importante no es el sitio en sí sino el demostrarle quién es el auténtico rey de la casa, que estos jóvenes ya no respetan canas ni sabiduría a la hora de intentar abrirse paso a codazos en el mundo.

Qué cruz.

Prrrrrr.

jueves, 23 de noviembre de 2017

Soy el Grinch

Creo que en mis círculos sociales ya estoy empezando a ser conocida como el Grinch pero es que es comenzar noviembre y empiezo a ponerme de mala leche ante la perspectiva de las fiestas navideñas. Iba a decir que eso me pasa al empezar diciembre pero desde hace unos años ya se encargan los centros comerciales de retirar los últimos dientes de vampiro y la última bolsa de golosinas y empezar a recordarnos que vienen Papá Noel, los Reyes Magos, los renos, los camellos y la madre que los trajo a todos. Las estanterías se llenan de polvorones, mantecados, pasteles de gloria (creo que esto es lo único que me gusta de las navidades; deberían vender pasteles de gloria todo el año), turrón del duro, del blando y de ese con fruta escarchada que siempre se compra pero al final nadie se come. Qué pesadez, madre.

Y os preguntaréis si no me pasa lo mismo con San Valentín o con Halloween. Pues sí, me pasa pero son fiestas de las que puedo pasar más fácilmente. Por ejemplo, en mi casa San Valentín no lo hemos celebrado en la vida. Si nos apetece regalarnos algo así porque sí, lo hacemos y si nos da por ir a cenar, pues también. San Valentín es algo que puedes ignorar y que ni te vaya ni te venga la historia.

Con Halloween pasa algo parecido. Si no lo quiero celebrar, pues no lo celebro y ya. Si surge algún plan divertido como el que os conté este año (y que podéis leer aquí)pues me apunto, porque para hacer el chorra no hay horario ni fecha en el calendario.

Pero la Navidad es distinta. Hay una convención social que te empuja a participar de la vorágine festiva aunque no quieras. Las comidas o cenas con los compañeros de trabajo, las quedadas con los amigos, otro tipo de compromisos sociales que no tienes ni idea de dónde han salido… Y si dices que no vas, quedas como una borde antisocial que no se relaciona con sus compañeros/amigos/gente que conoces por diferentes circunstancias de la vida. Y la lotería. Que esa es otra. En mi trabajo toca comprar el décimo de Barcelona, el de Madrid, la participación del sindicato… Que claro, puedes optar por no comprar nada pero ¿y si toca y te quedas con cara de boba? ¿O si compro sólo uno de los décimos y resulta que toca el otro? Pues la misma cara de boba. Así que al final cedes y compras. Y, al menos a mí, de momento no me ha tocado más que un reintegro allá por el 2010, que terminé invirtiendo en la Lotería del Niño por si acaso mi fortuna estaba ahí pero no, tampoco. No sé yo si esto compensa.

Y antes por lo menos en Nochevieja me iba de fiestuqui con mis amigos pero desde que todos son padres pues ya no, claro.

Un sacacuartos, es lo que son las fiestas. Hasta el gorro navideño estoy ya. 

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Anuncios Pesadillescos CCXXVIII: Ya habrá tiempo

¡Vienen las Navidades! Oh, sí. Eso significa que empiezan los anuncios imbuidos de espíritu navideño. Ya ha salido el de la lotería (no, no hablaré de él; no porque me guste sino porque, de momento, no hemos conseguido superar el momento Raphael mirándonos con cara de psicópata) y pronto empezaremos a ver los de turrones. De hecho, me sorprende que no hayamos empezado ya a verlos.

¿Y qué nos trae la Navidad aparte de lotería y turrones? Siiiiiii, jugueteeeeees. Así que vamos hoy con el anuncio del catálogo de juguetes más famoso en las Españas. Sí, el de esos grandes almacenes tan super-mega-híper-famosos. En Internet los he pillado por separado pero en la tele han hecho una extended version para que podamos disfrutar de estas joyas de una sentada.

La idea, básicamente, es que este es el mejor momento del año para que los niños se porten bien, ante la perspectiva de verse sin regalos la mañana de Navidad y/o de Reyes.

En el primero, sale un bebé sentado en una trona, al lado de su hermana mayor, que se encuentra dibujando. La niña escucha en su cabeza la voz de su hermanito conminándola a pintarle la cara con corazoncitos y cosas que se le ocurran, utilizando su rostro como lienzo particular.

Para el segundo, quien le habla a la niña protagonista es una dentadura en un vaso. Esto, de por sí, debería dar miedo pero, en este caso, la dentadura insta a la niña a sacarla del vaso y ponérsela en su propia boca, aprovechando que hay perdido varios dientes de leche. No sé a quién se le puede ocurrir esa idea, la verdad. Creo que jamás en mi vida se me hubiese pasado por la cabeza ponerme una dentadura postiza usada.

Luego tenemos un niño con gafas y gorra de baseball al que el pez del acuario le pide que lo libere, sacándolo de ahí. Es una mezcla entre “Liberad a Willy” y “Nemo”.

Y en el último, la voz de la tentación viene de un chicle, que intenta que un niño lo pegue bajo el pupitre para ir a hacer compañía a los otros chicles que allí habitan. No sé cuál es más asqueroso, si éste o el de la dentadura.

Pero ninguna de las malvadas voces ve satisfecho su objetivo porque, ante la perspectiva del nuevo catálogo de juguetes, la primera niña tapa el rotulador y lo sustituye por un muñequito para jugar con su hermanito; la segunda coge el vaso pero, en lugar de probarse la dentadura, se la lleva a su abuelo, que el pobre hombre debía de llevar horas hablando sin que nadie lo entendiera; el del pececito estira la mano pero no para sacar al pez del acuario sino para darle de comer y, finalmente, el niño del chicle vuelve a metérselo en la boca (desconozco si después lo tira en la calle para que lo pise un viandante desprevenido).

Deben de estar pensando que ya tendrán tiempo el siete de enero.

lunes, 20 de noviembre de 2017

Crónicas Felinas CCXXXV: Se nos chafan los planes

Marrameowww!!!

Recurro a vosotros porque vais a tener que ayudarme. La bruja está empezando a espabilar y cada vez nos resulta más complicado hacerle la vida imposible.

Como bien sabéis, nos gusta despertarla los fines de semana a horas intempestivas para que nos dé de comer. En realidad, lo hacemos por su bien para que no duerma demasiado y así no pierda el ritmo de levantarse cuando todavía no están puestas las calles. De otra manera, el madrugón del lunes sería demasiado duro. Pero ella no aprecia nuestro esfuerzo y, la muy ingrata, se enfada y nos dice que parece mentira que ni un día pueda dormir en condiciones.

Pues bien, en la pasada noche de sábado a domingo, el consorte se quedó en el sofá viendo la tele o leyendo o vete a saber qué hacía, cuando la bruja decidió que ya estaba bien de sandeces y que se iba a dormir. Generalmente, a esas horas el imberbe reposa sobre el lecho conyugal y, como la bruja es una blanda, lo deja ahí para que el consorte lo eche al irse él a la cama para que no moleste. Como si eso fuese a servir de algo; ya se encarga él de maullar desde el otro lado de la puerta.

El problema (para ella) es que, de un tiempo a esta parte, el consorte se quedaba frito en el sofá, por lo que era inevitable que la bruja despertase a las cuatro o cinco de la mañana con una uña clavada en la espalda. Por lo que, en esta ocasión, ante semejante perspectiva optó por echar a Munchkin en cuanto decidió que era hora de dormir, dejándome a mí también fuera en el proceso.

Y sí, es cierto que despertamos al consorte cuando decidimos que era hora de la pitanza. Pero como que no es lo mismo porque el consorte es capaz de levantarse a darnos de comer y seguir durmiendo. A la bruja, si la levantas de la cama, ya se queda levantada porque le cuesta un mundo volver a dormirse y he ahí donde radica la verdadera tortura. Despertar a alguien que quince minutos más tarde ya va a estar roncando otra vez no tiene ningún mérito. La gracia consiste en despertar a alguien para que ya sea nuestro esclavo durante el resto del día y eso con el consorte no funciona. Incluso cuando duermen los dos en el dormitorio, nos encargamos de despertar antes a la bruja. Puede que se dé el caso de que el consorte, en un arrebato de magnanimidad, se levante para que no sea la bruja quien tenga que hacerlo pero, al haberse despertado, tardará aproximadamente una hora en volver a pillar el sueño, lo cual es un pequeño triunfo porque ya es una hora de sueño que le hemos robado.

Así que me tenéis que dar ideas para que no nos vuelva a dejar fuera. Si la trastada apenas va a tener consecuencias, ¿para qué molestarse en hacerla? Soy todo pabellones auriculares.

Prrrrrr.

jueves, 16 de noviembre de 2017

¿Que vendes qué?

Comprar por Internet tiene múltiples ventajas. No tener que salir de casa, por ejemplo, que para mí eso ya es la panacea. Pero aparte se pueden conseguir cosas que, de otra manera, a veces es muy complicado conseguir en tiendas.

No me considero una adicta a las compras por Internet pero sí que de vez en cuando trasteo en estas macropáginas donde te venden desde ropa hasta tendederos y alguna cosilla, de vez en cuando, cae.

Confieso que, si bien me resulta muy práctico poder localizar artículos a golpe de click, a veces también me estresa el hecho de que si buscas, por ejemplo, “fundas de móviles para (insértese marca y modelo de móvil)”, la página en cuestión te indique “28.237 resultados”. En la vida voy a tener yo paciencia para revisar 28.237 fundas de móvil, por lo que a veces pienso si no sería mejor irme directamente a la tienda y ver cuál me gusta más de las quince que tengan.

Pero hay otra cosa que me estresa. Bueno, me estresa y me causa hilaridad a partes iguales: Las descripciones de los productos, fruto de una traducción desastrosa y otros factores que no alcanzo a comprender. Y es por ello que hoy os traigo un par de ejemplos (sí, son todos de ropa, cómo me conocéis):

Para un vestido rockabilly:

Audrey Hepburn de las mujeres con estilo vestido de los años 50 del vintage de Rockabilly del oscilación.

Supongo que quieren decir algo como que es un vestido estilo Audrey Hepburn pero lo de la oscilación me mata. No sé si se refieren al movimiento de la falda o a que el precio irá variando según les venga bien a ellos.

Para otro vestido rockabilly (¿Qué pasa? Me gustan.)

Mujeres sin mangas ajuste y vestido de cóctel de llamarada

Aquí ya me desconcierto más. La “y” que vemos entre “ajuste” y “vestido” da a entender que nos ofrecen dos productos: Una mujer sin mangas (que miedo me da pensar qué será eso) y un vestido de cóctel de llamarada. El diseño es de cerecitas, así que no sé muy bien si la llamarada hace referencia al cóctel en sí mismo, de esos que te sirven prendidos fuego. Es muy confuso. Menos mal que hay foto.

Mi madre también ha querido colaborar en este muestreo y me manda la descripción de una falda de estilo hindú (ya he dicho mil veces que mi madre es una hippie):

Las mujeres forman a algodón rosado del Hippie Impresión del extracto del desgaste de la falda del cordón de la playa.

Esto no sé ni por dónde cogerlo. Lo del desgaste supongo que hace referencia al estampado, que era de estos como de “pintura chorreada” pero el cordón de la playa ya me mata del todo y mi cerebro combustiona.

Y, para finalizar, vamos con la joya de la corona. Se trata de una cinta para el pelo. Una bandana también estilo años 50 porque soy así de moderna. La descripción es la siguiente:

Diseño de la cesta de alambre de banda para la cabeza auricular de diadema y micrófono pañuelo para la cabeza Rockabilly de alambre de la de gran tamaño cinta para el pelo cabeza de vestido con escena de flores y lunares de

No sé si me causa más estupefacción lo de la “cabeza Rockabilly de alambre de gran tamaño”, el tema de los auriculares y el micrófono, lo de la cesta, que no sé a qué viene o que hayan dejado la frase inacabada.

Por cierto el estampado es de lunares. Las flores no sé por qué se mencionan.

Y hasta aquí el muestreo pero si queréis colaborar con alguna otra búsqueda en los comentarios, libres sois de hacerlo. Vamos a echarnos unas risas. 

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Anuncios Pesadillescos CCXXVII: Mi madre colapsaría

No sé a vosotros pero, lo que es a mí, cuando era pequeña me insistían mucho en eso de que con la comida no se juega.

Pues parece que en este anuncio se pasan por el arco del triunfo tan sabia enseñanza de nuestra infancia y se dedican a dar ideas de todo lo que no se debe hacer con un producto alimenticio (o simplemente alimentario, porque de alimenticio no tiene demasiado).

Se trata de unas minibandejitas donde vienen unos palitos de pan (colines, picos, grisines o como queráis llamarlos según vuestro lugar de procedencia) y un poquito de crema de chocolate de la de toda la vida (la española, no la italiana). El funcionamiento del invento es simple. Coges un palito de pan, lo untas en crema de chocolate y p´adentro. No tiene más misterio ni hace falta ser ingeniero para resolver la ecuación.

Pero se ve que explicar esto les parecía demasiado simplón, así que se dijeron “¿Y si dejamos volar nuestra imaginación con los múltiples usos que podrían dársele a estos palitos untados en chocolate?”.  De esta manera, nos muestran a niños utilizando los sticks (así es como llaman a los palitos, porque decir “palitos” parece que quedaba como muy de pueblo) de las siguientes maneras: para tocar la batería, ponerse cuernitos, emular dientes de vampiro, usarlo de pintalabios (este es el que me da más asquito de todos: usar un palito mojado en chocolate para pasárselo por los morros es de lo más desagradable que he visto en meses), pelearse con otro usando los palitos a modo de espada láser y para ponérselos a modo de bigotes. Sobre el final del anuncio sale también un niño que utiliza el chocolate de la punta del palito a modo de pegamento para dejar adherido el palito a la punta de su nariz y así fingir que lo mantiene en equilibrio.

La mayoría de estos juegos podrían hacerse con el palito limpio pero no, se ve que la gracia es untarlo primero en chocolate porque si no terminas con toda la cara llena de pegotes de crema chocolatosa es que no has disfrutado lo suficiente ni has dejado volar la imaginación tanto como deberías.

¿Y qué decir de las madres? Mi madre o cualquiera de las madres de mis amigas hubiesen hecho lo imposible por evitar que sus hijas terminasen con la cara y la ropa llena de manchurrones pero en este anuncio, por el contrario, colaboran. Llama especialmente la atención la madre del niño de los cuernitos, ya que es ella misma la que le sujeta los palitos sobre la cabeza mientras se tiran por un tobogán. Vamos, que con el movimiento descendente lo más probable es que los palitos se muevan, con el consiguiente pegote de chocolate en el pelo.

No en vano se refieren a los palitos como “los sticks de la felicidad”. Que su niño se llene el pelo de una sustancia pringosa es, desde tiempos inmemoriales, lo que más le gusta a una madre. 

lunes, 13 de noviembre de 2017

Crónicas Felinas CCXXXIV: Mi versión

Marrameowww!!

Como os contaba la bruja en el post anterior, el 31 de octubre ella misma y el consorte acudieron a un encuentro de Halloween gatuno y solidario con Naar, esclava de Ron y Maya y Madre Desesperada, esclava de Fantasma.

Hoy vengo a contar mi visión de los hechos, que sé que lo estáis deseando. En principio, la iniciativa me parece correcta (estáis a tiempo de participar aún; lo explica la bruja en el post antedicho y paso de volver a explicarlo). Yo he sido “gato de asociación” y sé por lo que se pasa, aunque podrían haber investigado un poco más en qué manos de desequilibrados me estaban dejando, todo sea dicho.

Lo que no consiento es que, para irse por ahí de pingo a ayudar a otros gatos, nos solos en casa a la hora de la cena, que cuando volvieron estábamos desmayados de hambre, al borde de la inanición. Y, no contentos con eso, se les ocurrió entrar en casa con las máscaras puestas. No veáis qué susto. Ya de por sí son bastante feos pero estamos acostumbrados a verles esa cara. Lo que nos iba faltando era tener que ver cómo intentan infructuosamente parecerse a nosotros, con esa poca gracia que tienen. Nuestros ojos se salían de las órbitas al contemplar cómo en casa entraban dos gatos raros gigantes. A mí se me pasó antes el disgusto pero el imberbe estuvo un rato largo sin querer siquiera que lo tocaran. Él es muy sentido para esas cosas. Así que, entre el hecho de matarnos de hambre y la tortura psicológica a la que nos sometió posteriormente, que no os engañe la bruja haciéndoos creer que es una persona solidaria. Una psicópata en potencia es lo que es.

¿Y qué me decís de las fotos? Se creen que por poner garritas parecen más felinas. Nosotros en las fotos salimos siempre guapísimos, con un perfil de proporciones áureas y una elegancia innata que ya la quisierais los humanos para vosotros. No nos ponemos a sacar las garras en las fotos porque eso daña considerablemente nuestra imagen. La idea es parecer lo más monos posible en las fotos para que la gente piense que somos unos seres adorables y así poder enseñar las garras en el contacto cara a cara. Si saliésemos enfurruñados en las fotos, nadie nos adoptaría y entonces no podríamos llevar a cabo nuestro plan de dominación mundial.

Como venganza, me tiré toda la semana pasada portándome mal. Desperté a la bruja a las 4:30 de la mañana y, aunque se tiene que levantar a las 5:15, ya no pudo volver a dormir. Después me dediqué a corretear por la casa mientras ella intentaba arreglarse para ir a trabajar, con el aliciente de que no podía echarme la bronca todo lo que quería por haber vecinos durmiendo.

Y le mordí el rabo al imberbe un par de veces. No había hecho nada pero pasaba por ahí y de algún modo tenía que descargar mi frustración.

Prrrrrr.

jueves, 9 de noviembre de 2017

Halloween gatuno y solidario

El martes de la semana pasada, aprovechando que el miércoles era festivo y al día siguiente no tenía que levantarme cuando aún no están puestas las calles, aproveché para aceptar la invitación que me hizo MadreDesesperada para asistir a un encuentro de Halloween para amantes de los gatos, organizado por el blog Bigotes de gato. Oh, sí, me invitaban a una frikada y yo no podía resistirme. Invité también a Naar porque es otra loca de los gatos y porque cualquier excusa me vale para ver un rato a Naar.

Habíamos quedado a las nueve en el local donde se iba a desarrollar el encuentro pero Naar calculó mal los tiempos y llegó como media hora antes, por lo que dijo que iba a aprovechar para entrar a una tienda de ropa (esta es de las mías, en cuanto tiene cinco minutos que ocupar en algo, los ocupa en mirar trapos). El caso es que el churri y yo llegamos a las nueve como un clavo y llamé a Naar, que no me lo cogía. Llamé, pues, a Madre Desesperada que ya estaba en el interior del local y salió a nuestro encuentro. Sospeché que Naar había sido abducida por el espíritu de la compra compulsiva pero me devolvió la llamada y me dijo que no sabía bien por qué calle tenía que tirar. Madre Desesperada lo buscó en el móvil y me dijo “Dile que coja por la calle X para arriba”. Traslado la información. Naar me dice “¿Cómo que para arriba, si esto es cuesta abajo?”. Le digo que ni idea, que a mí lo de subir o bajar calles siempre me ha parecido una información muy confusa. Soy más de decir a la izquierda o a la derecha pero yo era una simple mensajera en ese momento. Finalmente, nos encontramos. Beso, beso, cotilleos varios y para adentro.

Al principio había poquita gente pero luego la cosa se animó. La idea era la siguiente y os la traslado por si os queréis apuntar, que aún estáis a tiempo: Hay que hacerse una foto luciendo una máscara de gato o unos bigotitos de gato y subirla a Instagram con el hashtag #Retodebigotes. Royal Canin donará, por cada foto subida antes del 15 de noviembre, una ración de comida para gatos a una protectora. Yo no tengo Instagram pero para algo iba con dos Instagrammers de tomo y lomo, por lo que me presté como modelo para hacer un rato el gato:


Madre Desesperada y Mi Álter Ego
Madre Desesperada y una servidora. Felinas, felinas.

Naar y Mi Álter Ego
Con Naar. La pose de las garritas es la misma pero no somos modelos profesionales

Como veis, la máscara me sienta fatal porque me hace los ojos muy juntos y quedo como medio bizca pero todo sea por los peludos. Para que luego Forlán me lo pague poniéndome  a caer de un burro en el blog.

En definitiva, que nos lo pasamos muy bien, nos reímos mucho, hablamos de todo lo habido y por haber y gracias a los consejos de compras de Naar, he podido encontrar unos pantalones pitillo que me valen.

Ya no puedo pedir más a la vida. 

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Anuncios Pesadillescos CCXXVI: Dragones de Komodo y una Twitstar frustrada

Hoy traigo uno de una cadena de reparto de pizza a domicilio. En realidad también se puede comer ahí mismo o incluso recoger el pedido en el local que, dicho sea de paso, es una opción que nunca comprenderé. Si llamo a la pizzería o a cualquier otro local de comida rápida es porque no quiero ni cocinar ni salir a la calle. Lo que quiero es quedarme en mi casa con mi chándal de pelotillas y mis pantuflas y que me traigan la comida (y porque no hay servicios donde te den de comer en la boca, que si no también me apuntaba).  Eso de pedir por teléfono para acto seguido tener que vestirme, bajar a la calle, ir a la pizzería y volver a mi casa a volver a ponerme el chándal de pelotillas para posteriormente comerme una pizza ya medio fría, como que no lo veo.

Pero en fin, a lo iba, que es el anuncio (que me gusta a mí dispersarme como las marujas de mercado). La cadena pretende vendernos unas nuevas pizzas que han sacado. Para ello, como es lógico, lo primero de todo es presentarnos a unos dragones de Komodo hablando. Sí, parece que se ha puesto de moda eso de hacer hablar a los animales; no haré más comentarios al respecto. Uno de ellos estornuda, provocando que de sus fauces salga una llamarada. El otro comenta asombrado a su compañero que está echando fuego como un dragón de verdad. El otro le responde, también sin dar crédito “Tú estás hablando”. El que no está acatarrado opina que eso es una evolución tremenda y ambos se ríen como si no hubiera un mañana.

Y entonces, sólo entonces, vemos un montón de harina con aceite siendo vertido sobre ella y unas cuantas aceitunas troceadas. Posteriormente, una mano fuerte y varonil amasa la masa (lo que me gusta decir “amasa la masa”). Nos cuentan que han sacado una nueva masa con aceitunas.

Y preguntaréis que tiene que ver eso con los dragones de Komodo que escupen fuego y mantienen sesudas conversaciones. Pues que la evolución de verdad es la masa con aceitunas no que los dragones de Komodo hagan cosas raras, que todo hay que explicároslo, con lo claro que estaba.

Nos muestran las pizzas ya hechas y ahí termina el anuncio. Seguro que ahora comprenderéis a qué venía mi extensa reflexión del principio del post acerca de la posibilidad de recoger la pizza en el local. Es que si os cuento “un dragón de Komodo estornuda y habla con otro y después nos muestran una masa de pizza con aceitunas”, la entrada de hoy se iba a quedar un tanto escasa. A lo mejor para un tweet me hubiera venido bien pero ¿desde cuándo yo puedo expresar todo lo que siento en ciento cuarenta caracteres? Yo necesito dar visibilidad a todo mi sentir. Y ese es, básicamente, el motivo por el que no soy Twitstar.

Tampoco soy Blogstar pero este último hecho sí es inexplicable. 

lunes, 6 de noviembre de 2017

Crónicas Felinas CCXXXIII: Daños colaterales

Marrameowww!!!

Las cosas últimamente pintan negras en Bruja’s Manor para nosotros los felinos. No me había recuperado yo del susto de la última vez yendo al veterinario, donde me anduvieron metiendo mano por todas partes y dictaminando que me falta hidratación (y todo por haber perdido un diente, que en qué horita se me ocurrió perderlo en el platito de la comida; si lo hubiese perdido en cualquier otro sitio, como debajo de un mueble, por ejemplo, aprovechando que nunca los mueven para limpiar debajo y ahí se acumulan cosas y seres del inframundo, me hubiese ahorrado el mal trago…) Vaya, creo que me he ido por las ramas pero no os preocupéis que, en este caso, no hay que llamar a los bomberos. A lo que iba: que ahora le tocaba el turno a Munchkin. En realidad le tocaba turno hace cerca de un mes para llevarlo a desparasitar pero se había librado gracias a mi diente perdido. Son unos dejados porque ya me diréis que tiene que ver mi pieza dental con la desparasitación. Excusas vanas.

Pues eso, que allá lo llevaron porque, como ya os he contado alguna vez, éste no se toma la pastilla diligentemente como un servidor, sino que hay que llevarlo. El veterinario se las prometía muy felices y le comentó al consorte que él sí le iba a hacer tomar la pastilla (la bruja no había ido porque había preferido irse de pingo con sus amigotes; para que luego digáis que es buena madre). El consorte quiso recordarle que eso ya lo había intentado una vez con nulos resultados pero como el chaval es muy jovencito dijo que en este tiempo había aprendido nuevas técnicas de persuasión y que vería cómo conseguía que se tragase el obús ese. Ja. Lo único que consiguió fue encabronarlo y que todavía fuese más difícil pincharlo, que es lo que tendría que haber hecho desde un principio. Le pincharon porque ya un par de veces atrás le habían dado una pastita que, lo que es tomársela, se la tomaba, pero salía por donde había entrado un par de horas más tarde, con lo que hacíamos un pan como unas tortas. Así que nada, pinchazo al canto y arreando, que es gerundio (o eso dicen porque yo no entiendo de conjugaciones verbales).

Pero lo peor no fue el intento de imposición de pastilla por la fuerza ni el pinchazo (ya se desquitó él arañando tanto a veterinario como a consorte). Lo peor fue que dictaminaron que ha vuelto a ganar peso tras la dieta que ya le habían retirado. Vamos, lo que se conoce de toda la vida como “efecto rebote”. Conclusión: vuelve a estar a dieta, para fastidio de todos menos mío, porque a mí no me afecta en absoluto. El imberbe pasa hambre y los humanos se gastan un pastizal en el pienso especial que tienen que darle. Me da pena por el niñato; los humanos, como ya sabéis, no me dan nada de pena.

Sólo faltaba.

Prrrrrr.

jueves, 2 de noviembre de 2017

Momentos de ocio, gula y delirio

La semana pasada, debido a un problema administrativo en mi trabajo, nos quedamos unos cuantos sin nada que hacer. Esto sucedió el miércoles y el jueves. El miércoles, a eso de las diez y media de la mañana nos mandaron directamente a casa porque ya dieron por sentado que ese día no se iba a resolver el problema y que, para tenernos ahí muertos del asco, era mejor que nos fuéramos y no estuviéramos ahí alborotando y molestando a los demás. Barajé varias opciones para disfrutar de la mañana libre pero al final opté por ir a comprar el pienso de los gatos y poner lavadoras. Yo sí que sé aprovechar el tiempo libre inesperado.

El jueves seguían sin mandarnos los ficheros que necesitábamos pero tampoco nos mandaban a casa porque tenían esperanza de que llegasen a lo largo de la mañana. A eso de las doce del mediodía, como nos aburríamos mucho, unas compañeras me dijeron que se iban al supermercado a comprar picoteo porque parece que el aburrimiento se lleva mejor si estás comiendo porquerías y contemplando cómo se ensanchan tus caderas. Opté por acompañarlas para, al menos, tener algo que hacer. Las llamaremos A, B y C (son sus iniciales en serio; ni a propósito me hubiese quedado esto tan currado). Lo primero que dije fue que iba por acompañarlas pero que no me llevaba ni el monedero, a lo que B me replicó “pues que no se te antoje nada”.

Nunca habíamos estado en ese supermercado y, aunque en mi barrio hay otro de la misma cadena, éste en concreto es enorme, por lo que no sólo aprovechamos para comprar el picoteo sino para cotillear la sección de cosméticos y, en nuestra locura habitual, planteábamos posibles entretenimientos para nuestros ratos de ocio:

1) Si la cosa seguía igual, al día siguiente ir a trabajar directamente con el carrito de la compra, así volvíamos a la oficina con una lechuga y una barra de pan asomando.

2) Comprar calabazas y cuatro cuchillos y montar un concurso de calabazas de Halloween con el resto de compañeros como jurado.

3) Llevar mascarillas para la cara, un par de velas y montar un spa en el baño del trabajo para salir todas con la piel radiante.

También podíamos haber jugado al escondite en el supermercado, dado que C. se nos perdía constantemente como una niña pequeña.

Al final no hubo nada de esto pero, cuando salíamos ya del supermercado, nos llamaron por teléfono y nos dijeron que nos podíamos ir ya, que era la una de la tarde y eso no tenía visos de mejoría. Pena que no nos habíamos llevado los bolsos y tuvimos que subir a por ellos.

A., que es colombiana, propuso que al día siguiente podíamos ir a un sitio que queda medianamente cerca donde hacen empanadas de su país. Se me hizo la boca agua pero nos quedamos sin catarlas porque el viernes ya se ocuparon de tenernos entretenidos.

Y ahora sólo pienso en empanadas. 

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Anuncios Pesadillescos CCXXV: ¿Qué le ha pasado a esa madre?

Voy al grano, sin hacer ninguna introducción, porque aquí hay tela que cortar.

Lo primero que vemos es un primer plano de un niño con gafitas redondas, camisa, chalequito de lana y pelo rubio. Vamos, lo que viene siendo un niño angelical de esos que no han roto un plato en su vida. Nos cuenta que a su madre no le sentaba bien la leche y, para ilustrar sus palabras, se lleva la mano a la tripita y pone como carita de asco mientras hace un sonido de… pues de eso, de asco. No sé cómo reproducir la onomatopeya.

Pero resulta que su madre descubrió una leche sin lactosa que le cambió la vida. Tanto se la cambió que vemos a su madre en acción. Esto es: con un brick de leche en la mano a modo de micrófono mientras canta y da saltitos por la cocina mientras su familia la mira como si eso fuera lo más normal del mundo. Eso no es propio de una madre. Bueno, de la mía tal vez sí y ya veis cómo he quedado. Dos cosas a puntualizar en esta escena:

1) En la vida he visto un brick de leche ejercer como micrófono. Esa función desde que el mundo es mundo la cumplen los cepillos de pelo, desodorantes y, si me apuras, cepillos de dientes. Y punto. Un brick de leche no es un micrófono creíble.

2) La madre loca en cuestión es, a todas luces, bastante menor que yo, por lo que no cuela que ese chaval de 17 años que está sentado a la mesa del desayuno sea su hijo mayor. O eso o la muy asquerosa se conserva muy bien y, por ende, debo probar esa leche con urgencia.

El niño, que tiene alma de reportero, graba a su madre mientras ésta se bebe de un trago un vaso de leche y termina con un “Mmmmm, me encanta la leche”. No haré comentarios al respecto. En serio, no los haré. Pero estoy pensando lo mismo que vosotros, seguro.

Luego la madre, juguetona, le alborota el pelo a su benjamín mientras le dice en tono jocoso “Sabelotodooooo”. El niño nos mira con el pelo revuelto, convertido en una versión posmoderna de Einstein y nos informa que ahora todas las mañanas son así.

No sonríe al decir esta última frase, lo cual me hace pensar que lo que pretende el niño con su vídeo es lanzar un grito de socorro para que lo rescatemos de la loca de su madre que, desde que bebe leche sin lactosa se ha convertido en una hippie saltarina que lo despeina y toma a los bricks de leche por micrófonos, dando claras muestras de inestabilidad mental. Él quiere a su madre de siempre, la que tenía acidez estomacal y le preguntaba si había hecho los deberes mientras lo peinaba con gomina, no a esta desquiciada a la que sólo le falta teñirse el pelo de colorines.

La estabilidad es algo muy importante para nuestros infantes.