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lunes, 30 de julio de 2018

Crónicas Felinas CCLXIV: Que alguien llame a la policía


Marrameowww!!!

Vengo hoy a contaros un relato espeluznante que me tiene preocupado. A ver si vosotros, que me queréis más a mí que a la bruja, me dais la razón y llamáis a la policía o a quien sea que haya que llamar en estos casos.

Recientemente he descubierto una faceta de la bruja que desconocía. Ya sabía que es fea, que no es muy lista que se diga, que es una agarrada y muchas cosas más, todas malas, porque tras más de ocho años de convivencia uno termina conociendo a los humanos que le han tocado en suerte. Lo que no sabía es que también es una psicópata en potencia (o ya psicópata consumada; eso lo juzgaréis vosotros).

Os cuento. El otro día estaba durmiendo apaciblemente una de las múltiples siestas que me echo durante el día (algunas por aburrimiento y otras para evadirme de la realidad que me ha tocado vivir con estos humanos). El imberbe reposaba a mi lado y ahí estábamos, totalmente entregados a los brazos de Morfeo cuando, de repente, fue como que sentí algo. Llamémosle “presencia” o llamémosle “creo que esta cansina está por aquí”. Abrí un ojo y ¿qué me encuentro? Pues a la bruja mirándonos fijamente con esa cara que sólo la gente desquiciada es capaz de poner. La cabeza formando ángulo de cuarenta y cinco grados con su hombro derecho, los ojos brillantes con una mirada ausente y juraría que estaba a punto de dejar escapar un hilillo de baba por la comisura de los labios.

Efectivamente, nos estaba observando mientras dormíamos. Decidme si no es lo más creepy de todas las cosas creepy que habéis visto u oído en vuestras vidas. Imaginaos despertar un día y encontraros a alguien vigilándoos en vuestro sueño. Asusta, ¿verdad que sí? Pues figuraos cómo ando yo, que no sé si dormir con un ojo abierto, si esconderme en algún sitio para echar una cabezadita sin miedo a ser observado o si, directamente, dormir sin hacer uso de la retractilidad de mis zarpas y dejarlas directamente ya sacadas, como si fueran navajas de Albacete. Toda precaución es poca cuando se trata de tu propia seguridad (el imberbe que se ocupe de la suya; no voy a andar yo ejerciendo de guardaespaldas de nadie).

Otra opción sería dormir por turnos y que cada felino vigile que no suceda nada durante el sueño del otro pero esto me supone un doble problema. Primero, no confío en que Munchkin no se vaya a quedar frito en plena guardia, porque él es muy de caer desmayado allí donde le pilla el sueño y, segundo, eso supondría tener dos pares de ojos observándome mientras duermo. Demasiada presión.

¿Huyo de esta casa sin mirar atrás? Y, en caso afirmativo, ¿a dónde? No es cuestión de irme a la calle con una pata delante y otra detrás porque a ver de dónde saco yo el pienso y esas cosas que necesito para tener una vida medianamente confortable.

¿Qué me aconsejáis? Tengo mucho miedo.

Prrrrrr.

jueves, 26 de julio de 2018

¿El surrealismo se toma vacaciones?


Sí, lo sé. El Mundial terminó hace un rato largo y yo sigo a trompicones con el blog. Al final, voy a tener que dejarme de excusas y asumir la triste realidad. Esto es: en mi vida no pasa absolutamente nada interesante y el surrealismo me ha abandonado.

Desconozco si esto me sucede todos los veranos. Por norma general, a estas alturas del año yo debería haber colgado el cartelito de “Cerrado por vacaciones” en el blog y estar disfrutando del dolce far niente hasta que se me ocurriera regresar, en esa actitud anárquica que me caracteriza para los regresos (es que os quiero pillar desprevenidos por si acaso estáis hablando de mí).

Pero este año, por motivos que ya contaré, una servidora no disfrutará de su descanso hasta septiembre, lo que hace que tenga que enfrentarme semana a semana a una página en blanco y un cursor que parpadea, arrogante, desafiándome a llenar el espacio con palabras.

Y en esas ando. No me culparé yo sola, no obstante. Porque, si decimos las cosas como son, tampoco es que pueda afirmarse que el resto de blogs sea a día de hoy un hervidero de producción. Estamos todos como de capa caída. No sé si será el calor aunque, al menos por los Madriles, hay que reconocer que este verano está siendo bastante light en lo que a temperaturas extremas se refiere. No hemos llegado a los cuarenta grados ni un día, y eso es algo que en Madrid debería preocuparnos. Tal vez se deba a que, como este año el verano ha tardado tanto en decidirse a aparecer, quizás en noviembre todavía estemos tomando “relaxing glasses of granizado” en la Plaza Mayor. Qué sé yo. El caso es que nunca se me ocurre de qué escribir y, cuando alguna idea se atreve a revolotear por mi cabecilla, resulta ser una idea como blandurria; inconsistente. Algo que no se puede asir con facilidad y, mucho menos, darle forma. Esto sí debe ser por el calor, que los materiales se reblandecen y no hay manera de que queden como uno quiere. Tengo apuntadas en mi “lista de ideas para el blog” (porque estaré más seca que el Sahara pero sigo siendo organizada) un par de cosas que, en un principio, creo que podrían funcionar pero luego pienso ¿y cómo saco yo quinientas palabras de esta tontada? Y me da un perezónnnnn. Pensar en verano es mucho esfuerzo. Ahora voy entendiendo por qué prefiero cerrar el blog en julio.

Y, claro, liarme a escribir para hacer una mini-entradita de nada, pues me da como cosilla, para qué os voy a mentir. Al final sentiría que os estoy estafando. Como cuando llega un día en que te percatas de que las patatas fritas que siempre comprabas cada vez traen menos cantidad por el mismo precio, y como que paso de que me denunciéis a alguna asociación de consumidores.

Más que nada porque tendría que redactar una carta de alegaciones y, adivinad. Me da pereza.

miércoles, 25 de julio de 2018

Anuncios Pesadillescos CCLIII: Los superquesos


Vamos hoy con un anuncio de quesitos. No de quesitos cortados en triángulo, que ya aparecieron alguna vez por aquí, sino de estos quesos de bola chiquititos tan famosos y que, hasta donde yo recuerdo, nunca han sido protagonistas de esta sección.

Supongo que la idea global de la campaña es conseguir que los niños vean comer queso como algo divertido. Siempre me ha llamado la atención eso de la “diversión” en la comida; la comida es comida y ya, no sé si tiene que considerarse divertida para deglutirla. ¿El entretenimiento está por encima del sabor? ¿Si enseñamos a un plato de lentejas a protagonizar un espectáculo de variedades, los niños se las comerán sin rechistar? A mí hasta me daría pena comerme algo que me ha proporcionado un buen show. Bueno, que me disperso, como es mi costumbre. A lo que iba.

Hace un par de años ya empezaron con esta idea y mostraban un quesito que se transformaba en superhéroe utilizando la cera protectora que lo recubre a modo de capa. Más tarde veíamos a un niño jugando con el quesito, fingiendo que el producto lácteo volaba por los aires al grito de “Soy Superquesoooo”. Dejé pasar el anuncio en su momento porque, aparte de comentar que en estos tiempos de móviles, tablets y consolas portátiles, me extrañaría mucho que un niño encontrase mucha diversión en hacer volar a un queso pero poco más podía añadir, por lo que la cosa me iba a quedar bastante escasa. A la vista está, dado que os he contado ese anuncio en medio párrafo.

Pero este año han vuelto a la carga con los quesos con superpoderes y, retomando aquella idea, han ido un paso más allá y vemos a una madre rebuscando en el mueble de la cocina. Unos quesos espían mediante una cámara desde su cuartel general (no puedo creer siquiera que acabe de escribir esta frase). Se percatan de que la madre no tiene ni idea de qué ponerles de merienda a sus infantes, por lo que los quesos salen volando (literalmente, con el envoltorio convertido en capa) y aterrizan sobre la mesa de la cocina, donde la madre los encuentra y decide que es algo ideal que meter en la mochila de sus hijos. O sea, tú te encuentras comida por arte de magia en la mesa y, sin ningún tipo de duda, se la pones de merienda a tus vástagos, sin dudar ni por un momento que algo surgido de la nada va a ser bueno para ellos.

El quesito va a parar a una bolsita donde vemos, además, una manzana, una botella de agua y un muñequito. Me preguntó quién metería juguetes entre la comida pero no soy madre así que, qué sabré yo.

Los quesos terminan locos de alegría al ver cumplida su misión y vemos a uno de los niños zampándose el quesito en la cocina.

Pues luego para la merienda sólo tendrá agua y una manzana. Que no se ande quejando después.

lunes, 23 de julio de 2018

Crónicas Felinas CCLXIII: La lucha territorial


Como os comentaba en esta entrada la bruja y el consorte se habían decidido a poner algo de mobiliario en el dormitorio (por si estabais siguiendo con interés el devenir de la historia, os adelanto que no, no han puesto todavía el cabecero, aunque ya han comprado los implementos para instalarlo, lo cual es todo un logro).

Dado que ahora tenemos sifoniers, hemos decidido que es un lugar ideal para dormir por las noches. Tiene doble ventaja, ya que, por un lado, quedan justo enfrente de la ventana, por lo que nos da el airecillo nocturno (hay que decir que este verano el tiempo está siendo generoso y, de momento, no hemos sufrido calor asfixiante de ese que nos obliga a estar todo el día arrastrándonos cual babosas por el suelo; la bruja no está tan contenta porque a ella le gusta eso de estar a cuarenta grados. Es lo que tienen los reptiles, que al tener la sangre fría necesitan salir al sol del desierto) y, por otro lado, porque al estar en una posición elevada, nos permite vigilar a los humanos mientras duermen; no sea cosa que se pongan a comer a las tres de la mañana y no inviten a nada, que yo de ellos ya me espero cualquier cosa.

Si bien hay dos sifoniers y debería haber espacio para dormir ambos cómodamente, el sueño nocturno se ha convertido en una disputa territorial en toda regla. Por norma general, el que esté más avispado de los dos, corre al dormitorio media hora antes de la hora humana de dormir (nunca entenderé esa costumbre humana de dormir a ciertas horas que tenéis los humanos; lo suyo es dormirse cuando te pilla el sueño pero una vez le pregunté a la bruja al respecto y me salió con cosas muy raras de que a sus jefes no les hace mucha gracia eso de que se duerma en el trabajo y que, si optan por prescindir de ella, ya me puedo ir despidiendo del pienso de marca) y pillar sitio. Esto no es garantía, no obstante, de que habiendo realizado este hábil movimiento, el gato espabilado vaya a dormir toda la noche en el palco presidencial. Siempre puede venir el gato despistado a morder el cuello de su adversario y sacarlo de malas maneras, haciéndose con el espacio en discordia.

Lo que termina sucediendo finalmente, es que cambiamos de sitio varias veces durante la noche. Uno va y se tumba en los sifoniers, el otro lo echa a mordiscos y arañazos quedándose ahí frito  pero, pasadas unas horas, el gato desterrado ataca por sorpresa al enemigo obligándolo a bajar a la cama (que es algo así como el premio de consuelo, porque en invierno los humanos dan calorcito rico pero en verano dan calorcito asquerosito y sudoroso).

Los humanos, presas del desconcierto, no saben a quién tienen a los pies y tienen miedo de que ese alguien sea Munchkin, con lo amante de arañar pies bajo la sábana que es.

Prrrrrr.

miércoles, 18 de julio de 2018

Anuncios Pesadillescos CCLII: ¿Pesadillesco o ni tanto?


No sé si éste me resulta taaaaan pesadillesco porque el tipo de producto se presta a hacer el chorra, con lo cual lo disculpo pero, como sé de gente a la que los anuncios de esta marca le producen urticaria, pues yo lo traigo y así juzgáis vosotros mismos.

Se trata de un refresco en su versión “cero”; es decir, sin azúcar y, para mi gusto, sin gracia ninguna.

Por tanto, nos van a cantar una cancioncilla destacando las bondades de poder pasárselo bien con “cero”. Lo primero es un chico que pone una canción en una juke-box en un restaurante cincuentero americano. La camarera canta fingiendo que su mano es un micrófono mientras un compañero toca una guitarra invisible. A pesar de todo, dice que su swag llega hasta Japón. Para demostrarlo, nos enseñas a dos japonesas y un japonés vestidos con ropa estridente. Él lleva una visera sin parte de arriba y ellas como unas orejitas de gato. La imagen no es nada estereotípica, como podéis comprobar. Los tres levantan al aire sus mecheros invisibles.

Vemos a unos chicos con pinta de “malotes” (lo pongo entre comillas porque un malote de verdad podría con estos tres en un abrir y cerrar de ojos), que fingen lanzar billetes por el aire. Aclaran que ningún billete es real y un chico despeinado y con gafas (nuevamente no se han dejado llevar por los prejuicios) dice que, entonces, eso es como las criptomonedas. A continuación, mueven las manitos hacia los lados diciendo que, sin volante, pueden vacilar lo mismo. No, chavales, no. Con el gestito ese del volante invisible y los billetes “virtuales” lo único que conseguís es dar pena y algo de vergüenza ajena pero vosotros veréis lo que hacéis.

Muestran una caravana donde repiten la fórmula de micrófono “de mano” pero le suman un solo de batería en el aire.

Esa escena ahí queda y, de repente, nos vemos en las fiestas de un pueblo, donde una chica hace el consabido pasito de intentar atraer un chico hacia sí con una caña de pescar imaginaria. Hace mucho que no salgo pero eso se hacía en tiempos de mi juventud, por lo que imagino que ese gesto habrá quedado en el baúl de los recuerdos de Karina y los millenials no tendrán ni idea de qué narices es eso. Por aquí se prodiga poca gente tan joven pero, si hay alguno en la sala, que se manifieste y comente si saben de qué va el rollo de la caña.

Un chico hace como que baja una escalera tras un mostrador. Vaaaaaale, confieso que esa tontería la he hecho yo alguna vez. Soy de un original que asusto.

Y ya, por último, pasamos al mundo de los deportes donde unos se juegan el saque a piedra, papel o tijera; sale una que pretende ser la que se apoyaba en una caja invisible y unos futbolistas con arcos imaginarios.

La escena final es un brindis donde fingen que sujetan vasos.

Y ya.

lunes, 16 de julio de 2018

Crónicas Felinas CCLXII: Objetivo conseguido


Marrameowww!!!

El que la sigue, la consigue. A veces tardamos en ver cumplidos nuestros objetivos pero, si algo me ha dejado esta experiencia, es la certeza de que en esta vida hay que ser perseverantes y no cejar en el empeño.

Tras más de un mes de duras negociaciones con la patronal (AKA “los humanos”), donde hubo hasta amenaza de huelga, me complace anunciaros que cuento con nuevo platito (si alguien no sabe a qué viene esto porque sea un humano infiel que campa por otros blogs en vez de estar pendiente de mis aventuras y desventuras, puede enterarse del origen del conflicto pinchando aquí).

Ha sido muy difícil, sí, pero no sabéis la satisfacción que me produjo cuando vi llegar un día al consorte portando en su mano un platito lila con dibujos de raspas de pescado en su canto. No sé por qué a los gatos se nos asocia siempre con las raspas de pescado. Cuando nosotros conseguimos que nos den algo del pescado que están comiendo ellos, no nos dan las raspas, sino la mollita más tierna y rica que encuentran, porque son sabedores de que somos el rey y el príncipe de la casa (creo que no hace falta que aclare quién es quién) y, por ende, tienen que darnos lo mejor de lo mejor. No me conformaría con unas espinas de las que únicamente sacaría un pinchazo en mi delicado morrito.

Pero bueno, con raspas o sin ellas, el caso es que tengo plato nuevo. Eso sí, el consorte tuvo la prudencia de comprarlo metálico, supongo que con vistas a evitar nuevas roturas y sus posibles consecuencias conflictivas.

También tengo que decir que lo compró de un tamaño más pequeño, tal vez con la vana esperanza de engañarme y que yo me crea que está más lleno de lo que en realidad está. De sobra está decir que no me engañan porque mi estómago vuelve a rugir pasada la misma cantidad de horas que antes, lo que significa que la cantidad de alimento ingerido sigue siendo la misma. Se piensan que, como uno es un felino y se supone que no sabemos de matemáticas, no me voy a percatar de ese detalle. Pero en fin, eso sí que ya es una batalla perdida. Tampoco me quejo, porque si me pusieran más comida no tendría hambre a las seis de la mañana de un sábado y no podría dar por saco para que se levanten a alimentarme.

Así que, aquí va un Forlán-consejo. No dejéis de luchar por vuestros sueños y manteneos firmes en vuestras reivindicaciones. Hay que mantenerse en la lucha hasta ver satisfechos nuestros requerimientos. Dar la barrila es una técnica, en mi opinión, infravalorada entre los humanos porque a la vista está que ofrece magníficos resultados. Por lo que a partir de mañana ya podéis empezar a ser cansinos con vuestros jefes, con vuestras parejas, con vuestros hijos y con el vecino del quinto que monta fiestas todos los fines de semana.

Resultados garantizados.

Prrrrrr.

miércoles, 11 de julio de 2018

Anuncios Pesadillescos CCLI: ¿Nos están llamando loros?


Los tiempos cambian. Ya van quedando atrás los años de destripar anuncios de detergente. Hoy le toca al asistente virtual de una compañía de Telecomunicaciones. El futuro ya está aquí, y yo con estos pelos.

He visto la versión larga porque la corta  me pareció tan surrealista que supuse que la larga me iba a aclarar algo acerca de la historia… ilusa.

La cámara se interna en lo más profundo de la selva, donde nos encontramos con un loro (o papagayo, o lo que sea; se me da fatal reconocer aves… lamento mis escasos conocimientos de ornitología).

Sin tener un motivo especial, el loro emprende el vuelo, seguido de otro montón de pajarracos selváticos de diferentes especies. Atraviesan glaciares, tormentas marinas, y llegan en bandada a una ciudad donde una niña con trenzas, de la mano de su madre, los ve pasar con cara de asombro. La ciudad tiene pinta de ser New York pero, teniendo en cuenta que la compañía es española, no sé por qué motivo tendrían interés las aves en llegar a New York. Si hay alguna ciudad española que se parezca en algo a New York, suplico me lo hagáis saber.

Toda la pandilla se mete por la ventana de un apartamento. El loro dice “Hola” y una voz salida de una tablet le responde “Hola” y a continuación se presenta con su nombre de pila. El loro le pregunta a la asistente qué le recomienda y, tirando de tópicos, la asistente le pone en la tele una famosa película de dibujitos donde los protagonistas son pájaros amazónicos.

Una cacatúa dice “Uauuuu”, al encontrarse de frente con una lechuza de peluche (no sé si porque le gusta, le asombra, le da miedo o qué… habrán supuesto que esto era un golpe de humor sin precedentes). Otros dos loros enloquecen a la asistente pidiéndole alternativamente que ponga coches y motos en la tele.

Vemos nuevamente  a la cacatúa pidiendo a la asistente que ponga una película romántica y entendemos el “Uauuuu” de antes. Ha sacado a la lechuza de peluche en una primera cita y le pasa el ala sobre los ¿hombros? Las aves no tienen hombros, no sé cómo se diría pero ya me entendéis.

Finalmente, le piden una fiesta a la asistente, quien pone música y todas las aves empiezan a correrse la juerga padre hasta que irrumpe la dueña de casa con las bolsas de la compra en las manos. Bolsas de papel, de las que dan en Estados Unidos; no de las de asa que dan aquí y por ese motivo se le caen, tras el shock sufrido, rompiéndose las botellas en el proceso. Eso con bolsas de asa o con el típico carrito de la compra, no hubiese sucedido. Las botellas hubiesen quedado intactas aun tras la impresión de ver su salón invadido de aves tropicales, bebiéndose sus refrescos, comiendo su fruta y balanceándose en sus lámparas.

No quiero saber en qué situación comprometida podría estar la cacatúa. De verdad, no quiero saberlo. 

lunes, 9 de julio de 2018

Crónicas Felinas CCLXI: El camino a la locura


Marrameowww!!!

Una forma de poner nerviosa a la bruja, como he contado alguna vez, es hacer que se levante a darnos de comer a horas intempestivas en fin de semana. Sobre todo porque, una vez que se levanta de la cama, ya no es capaz de volver a ella, así que mola eso de conseguir que no pueda dormir ni siquiera los días destinados a ello. Tengo que reconocer que, este fin de semana pasado, la cosa no me salió demasiado bien. El sábado la hice levantarse a las ocho y media, lo cual estuvo bastante bien pero el domingo, la verdad sea dicha, se me fue la pata. Empecé a molestar a las seis y media de la mañana y, por lo visto, a esas horas no estaba dispuesta  a levantarse por nada en el mundo. Al final se levantó el consorte, nos dio de comer y se volvió a acostar (porque el consorte sí que no tiene problemas para conciliar el sueño). A las nueve empecé a molestar otra vez y ahí sí se levantó la bruja. Fue un pequeño triunfo pero igual pienso que no estuve fino del todo en la ejecución de mi plan. Todo buen líder estratégico debe ser capaz de aprender de sus errores. Lo dijo Maquiavelo, o Sun Tzu o tal vez lo leí en un sobre de azúcar.

Pero todo esto no importa porque esta semana ya me había marcado un buen tanto en mi misión de desquiciarla. Una de estas tardes, la bruja volvió de trabajar, nos saludó como hace siempre (como si a nosotros nos importara) y se fue a cambiarse los ropajes y quitarse las cuatro capas de revoque que se echa en la cara, dejando a la vista el monstruo del inframundo que realmente es. Para cuando salió del baño, me buscó y no me encontró. Dio vueltas por la casa, mirando primero en las habitaciones que estaban abiertas. Al no hallarme, pasó a revisar las que estaban cerradas, por si me hubiese yo colado en un despiste. Como seguía sin encontrarme, repitió el proceso con los pasos (y la respiración) cada vez más acelerados, mirando también dentro de los armarios porque conoce mi afición a arañarle la ropa y demás pertenencias. Yo no aparecía por ningún lado y yo la oía farfullar “Tiene que estar en casa porque lo he visto al entrar y la puerta la he cerrado. Porque lo he visto, de eso estoy segura. Lo he visto, ¿verdad?, ¡¡¿¿verdad??!!”.  Entre frase y frase de su soliloquio, intercalaba “Pequeeeeeee” y “pspspspspspsps” (dicho sea de paso, no sé para qué hacéis ese sonido los humanos, si nunca hacemos ni caso).

Finalmente, me descubrió al asomarse a la estantería de la entradita y encontrarme agazapado tras los libros, los cuales había sido yo capaz de saltar sin descolocar ni uno.

Una vez descubierto y viendo que la bruja ya estaba tranquila, ya no tuve tanto cuidado y los descoloqué al salir, que así la tenía otro ratito entretenida.

Prrrrrr.

jueves, 5 de julio de 2018

Sin uñas pero dando señales de vida

Supongo que os lo imagináis pero igualmente os informo que sigo con la fiebre mundialista. El pasado sábado Uruguay se enfrentó a Portugal en el partido de octavos de final y, con gran alegría por mi parte, ganó. He de decir que no pude verlo porque justamente ese día había quedado yo para hacer el pingo con mis amigos y no era plan de dejarlos tirados. Aunque tengo que admitir que hasta último momento tuve un angelito en el hombro derecho repitiendo “Son tus amigos; no puedes hacerles eso y abandonarlos por ver cómo unos que ni conoces dan patadas a un balón” y en el izquierdo un demonio ondeando una bandera al grito de “Soy Celesteeeeee, soy Celesteeeeee. Celesteeee soy yoooo”. Ganó el angelito porque en el fondo soy una buena persona. El sitio al que fuimos no tenía pantalla plana (ni de ninguna otra clase), así que no me quedó otra que poner la radio porque una cosa es estar con mis amigos y otra cosa es no enterarme de lo que pasa con mi Cavani.

El caso es que ganaron (con algunas lágrimas de emoción fugándose de mis ojitos, aunque haya gente que no entienda cómo se puede uno emocionar tanto por algo así; yo sí lo entiendo) y me hizo mucha gracia y mucha ilusión haber recibido tantos mensajes de españoles alegrándose por la victoria. Tengo que decir también que me dio mucha penita que los españoles hayan vuelto ya a casita, aunque un posible encuentro entre España  y Uruguay me diera tanto miedo.

También me dio pena Argentina, porque parte de mi familia es argentina, y Colombia, porque tengo una amiga colombiana. Yo quiero que la copa se quede en América y se van reduciendo las posibilidades. Al día siguiente del partido de Colombia vi que mi vecino de abajo, que es colombiano, había quitado ya su bandera y me dio un dolor de corazón… soy una sentimental en el fondo.

Pero lo que más gracia me hizo fue que ayer me encontré en el trabajo con alguien que es de mi empresa pero no trabaja en mi centro, por lo que lo veo de pascuas a ramos y, según me vio, me dio la enhorabuena. Es curioso cómo alguien puede darte la enhorabuena por algo en lo que no has participado ni has tenido ningún mérito. Iba a decirle que yo no había jugado ni había marcado ningún gol pero me dio miedo que pensase que me había tomado a mal el comentario. Para nada. Fue muy de agradecer pero me pareció gracioso cómo los triunfos futbolísticos tienden a asociarse directamente con los aficionados. También tenemos una cierta tendencia a decir “ganamos” cuando nuestro equipo gana. Debo decir en mi defensa que yo, además, uso el “perdimos”, no como otra gente que en estas circunstancias sí usa la tercera persona del plural.

Mañana toca el partido de cuartos contra Francia. Veremos qué tal “nos” sale el asunto… yo por aquí sigo, comiéndome las uñas.

P.S. Por si os apetece verlo, os dejo un pequeño vídeo de cómo se vivió el triunfo del pasado sábado en la explanada de la Intendencia de Montevideo.



P.S.2. En la vista previa el vídeo se me sale del margen. No sé si luego realmente quedará así pero no he sido capaz de arreglarlo. Si queda así de chapucero, mis disculpas, y si alguien me desasna y me enseña cómo modificar el ancho del vídeo, le estaré eternamente agradecida.

miércoles, 4 de julio de 2018

Anuncios Pesadillescos CCL: No soy tan moderna


Venga, hoy toca uno de coches, que sabemos que los anuncios de la industria automovilística nunca defraudan.

Vaya por delante que creo que en este anuncio han utilizado cosas demasiado Millenial, como virales de Internet o situaciones que se ven en videojuegos de moda y, como una es más bien “Generación EGB”, creo que me he perdido un poco (o un mucho). A lo mejor el anuncio no es tan pesadillesco como pienso y lo único que me pasa es que estoy fuera de onda. Sabréis disculpar los más jovenzuelos, que lo mismo pensáis que ya estoy más para comentar películas de “Cine de Barrio” que anuncios de la tele.

Al lío. La cosa empieza con una señora mayor (sí, más mayor que yo), haciendo girar una botella en el aire y logrando que caiga de pie. La voz en off comenta algo de una abuela haciendo un bottle flip terminado en “¿¿??”. No he sido capaz de entender lo que dice al final. ¿No os digo que estoy mayor? La palabra que dice al final creo que hace referencia a un gesto que hace la abuelilla, consistente en colocar el brazo izquierdo extendido de forma transversal al cuerpo y el brazo derecho doblado, con la mano apoyada sobre el brazo izquierdo. Desconozco el propósito ni el origen de ese gesto. Tal vez podría averiguar algo si entendiese qué leches dicen. Bueno, el caso es que, según dicen, esa abuela viene a representar que está en la edad del “insértese modelo de coche aquí”.

Nos dan más ejemplos: Una familia entera “mamá, papá, chico y chica”, haciéndose un selfie con orejitas y hociquitos animales (virtuales, por supuesto, no es cuestión de usar implementos palpables; eso no mola en el siglo XXI).

Después sale uno corriendo en bañador hacia una piscina. Parece que se va a tirar de bomba, salpicando agua por doquier… pero no. Mete el dedo gordo del pie, le parece que el agua está demasiado fría y se arrepiente, quedándose en el borde de la piscina con cara de circunstancias. Me solidarizo con este chico. Primero porque nunca me tiro de bomba y segundo porque odio el agua fría. Mis respetos.

Luego vemos a un grupo de gente disfrazada jugando un juego de rol de mesa. Esto ya no es tan Millenial, por más que nos lo quieran vender así. Las nuevas generaciones han heredado estos juegos, que ya disfrutábamos los de la Generación X, que no se piensen que han descubierto la pólvora con esto.

Y, ya por último, nos muestran a uno jugando al ping-pong con dos paletas, gafas de sol y bailando acompañado de una bola de espejos mientras devuelve pelotas a lo loco.

Todo esto viene a… no sé a qué viene, la verdad. Se supone que si haces estas cosas estás en la edad de ese modelo de coche y no te quedan más narices que comprarlo.

Pues va a ser que al final me quedo sin él. No soy lo suficientemente moderna.

lunes, 2 de julio de 2018

Crónicas Felinas CCLX: ¿Dónde queda mi privacidad?


Marrameowww!!!

El otro día caí en la cuenta de algo. Dándome una vuelta por la blogosfera, me percaté de que casi todos los bloggers usan un pseudónimo. Incluida la bruja, que no os vayáis a creer que se llama Álter, aunque haya por aquí gente que ha empezado a llamarla así incluso en el mundo 1.0.

Y yo no. Yo he dado mi nombre real desde el principio, quedando expuesto a que algún día me persigan los fans y los paparazzi. Por todos es sabido que yo soy mucho más famoso que la bruja y, sin embargo, ella preserva su anonimato mientras que yo quedo a merced de posibles acosadores, con el riesgo que eso supone.

Claro, como el perfil me lo abrió la bruja, no pensó en que tal vez yo quisiera preservar mi verdadera identidad para poder tener una vida tranquila. Si hasta Superman lo hace. De una forma cutre, consistente sólo en cambiarse de ropa y ponerse unas gafas pero lo hace, al fin y al cabo. Y ya me diréis para qué necesita Superman conservar su anonimato; si, total, tiene superpoderes y, en caso de que lo acosen mucho, siempre puede salir volando o tirar encima de sus stalkers un vagón de tren o un autobús del Imserso que pase por allí, camino de Benidorm.

Pues yo no tengo superpoderes y ni siquiera tengo un nombre falso tras el que escudarme. Estoy expuesto a las masas enfervorizadas. Y no diré que tengo miedo porque los gatos no conocemos esa palabra (salvo el imberbe que, como he dicho varias veces, es la vergüenza de la especie) pero sí me parece un acto claramente discriminatorio el no haberme provisto de un nombre en clave, como un agente secreto. Y los gatos no tenemos ningún Ministerio de Igualdad ante el que interponer una queja. Estamos a merced de las veleidades de nuestros humanos. Esta sociedad está muy mal pensada. Hay que terminar con el “humanorcado”.

Ahora como que ya es tarde para intentar deshacer el mal que ya está hecho pero me pregunto qué pseudónimo podría haber utilizado si la bruja hubiese optado por salvaguardar mi privacidad en un primer momento. Queda a vuestra disposición la caja de comentarios para que me digáis qué nombre en clave podría ir en concordancia con mi arrolladora personalidad y mi talento sin igual. Tiene que ser algo que refleje mi forma de ser y pueda convertirse fácilmente en una marca registrada; un nombre que pudiera ponerse en una botella de perfume (porque ya hay que ir pensando en el merchandising).

Quedan descartados los nombres cursis como “Pelusita”, “Pompón” o “Bolita”. Tal vez algo agresivo, que dé mucho miedo y, por tanto, le quite las ganas a cualquiera de acosarme: “Gato del Infierno”, “Político” o “Fisco”. ¿Será tarde para cambiar el nombre si me tiño el pelo de otro color? De verde manzana, un suponer.

Aunque tener el pelaje verde y llamarse “Gato del Infierno” no pega demasiado pero siempre puedo hacerme llamar “Hulk”.

Prrrrrr.