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miércoles, 29 de febrero de 2012

Crónica de un viaje a Albacete: Domingo de vagueo y viaje incómodo pero productivo

Y llegamos, con este post, al desenlace de este viajecito que hemos hecho.

El domingo por la mañana, dormir y descansar.

Al mediodía, comer en casa pero en cantidades ingentes y otra mini-siesta.

Por la tarde, tras un cafecito para espabilarnos de la siesta, hicimos la maleta (bueno, más bien la hice yo pero seamos generosos y corporativos) y partimos hacia la Estación.

Esta vez mi churri no me engañó con el tren. Pero esto no quiere decir que todo fuera un lecho de rosas. En principio, esto puede parecer guay, con las siguientes salvedades:

1- La cortina estaba cerrada, por lo que no podía solazarme mirando por la ventanilla y no la podía abrir porque…

2- El poder de abrirla lo tenía un señor todo colorado y canoso que iba sentado enfrente mío (creo que era Papá Noel de incógnito). Aparte de esto, en un par de ocasiones se rascó donde un hombre de bien no debería rascarse nunca delante de la gente. Un espectáculo fascinante, sí.

No me gusta nada que me toque en los asientos donde llevas gente delante. No quieres estar pendiente de ellos pero lo estás y no quieres moverte mucho por si molestas, por si le das una patada al que llevas enfrente o por si piensa que le estás tirando los trastos.

De manera que, como no podía despatarrarme mucho ni mirar por la ventanilla ni dormirme, porque me pone nerviosísima que un desconocido me vea dormir, aproveché para hacerme la manicura, depilarme las cejas con el peligro intrínseco de sacarme un ojo con la pinza en una sacudida del ferrocarril y escribir (a mano, toma ya) la crónica del viaje con la que, sin duda, os he deleitado durante el lunes, el martes y hoy miércoles. Si hubiese perdido el tiempo en mirar por la ventanilla, mis uñas ahora serían un asco, llevaría unas cejas que ni Macario y estaría aquí sentada pensando en qué contaros. Ahora simplemente estoy sentada descifrando los jeroglíficos que escribí en la libreta. El tren se meneaba mucho.

Conclusiones finales

Transporte, shopping y ocio: No las hemos tenido todas con nosotros.

Comida y descanso: Creo que he engordado de tanto y tan bien que he comido y dormido. Sospecho que mi suegra pretende hacer pâté conmigo en Nochevieja. 

martes, 28 de febrero de 2012

Crónica de un viaje a Albacete: Sábado gastronómico, sesión fotográfica y televisión alternativa

El sábado fuimos a comer mis suegros, mi churri y yo. Una de las cosas que más me gustan de Albacete es que tienen locales monísimos, donde se come de lujo a precios no abusivos. Los manchegos, como es sabido, tienen cultura de buen comer.

En esta ocasión fuimos a “Garabato” (C/ Concepción, 7). Todo riquísimo aunque, desde mi humilde punto de vista (o de paladar) recomiendo la ensalada de perdiz y las gambas a la gabardina con mayonesa suave de wasabi. También el queso frito, que es algo muy albaceteño y aquí lo sirven con su toque personal.

Salimos rodando de allí, por lo que volvimos a casa para hacer la digestión y disfrutar de la sana costumbre de la siesta. Mi churri es de siesta con pijama, candil y gorrito con borla. Yo soy más de tumbarme en el sofá, viendo cualquier chorrada en la tele hasta que me vence el sueño y me quedo ahí, tan ricamente, como media horita. Si duermo más (cosa que me sucede si me echo en la cama como el churri), ya me levanto con mal cuerpo y sin ganas de hacer nada en el resto del día.

Una vez que nos levantamos de la siesta, partimos hacia el centro comercial, donde resolví el dilema con su regalo contra el que me debatía en este post.

El churri necesitaba una cámara nueva, porque la suya estaba funcionando mal y, últimamente, la batería hasta parecía estar engordando, con el consiguiente miedo de que explotase. Dado que estoy en plan ahorro porque me quiero ir de viaje a fin de año, le regalé la mitad de la cámara que se quería comprar, ya que no era precisamente barata.

Como consecuencia del medio-regalo, ahora tenemos fotos de su madre cocinando, fotos mías esperando el tren, fotos de los gatos al reencontrarnos con ellos, fotos del mobiliario, fotos de fotos… Como un niño la mañana de Reyes. Da un gustito verlo tan contento…

Por la noche pretendíamos ir al cine pensando que ya habían abierto los cines de la Estación, que nos queda al ladito. Pero no. Así que nos quedamos en casita aguantando lo que nos quisieran echar por la tele. Eso sí, las televisiones autonómicas son una fuente de risas constantes si te las tomas con humor. Prohibido pensar que somos nosotros los que estamos pagando esas televisiones porque entonces el buen rato se convierte en un momento 15-M que puede tener consecuencias catastróficas y no es buena idea tirar la tele de tu suegra por el balcón. 

lunes, 27 de febrero de 2012

Crónica de un viaje a Albacete: Viernes de engaños y amores platónicos

Todo empezó con un engaño. Cuando estuvimos viendo los billetes, dejé muy claro a mi churri que no sacara trenes de Media Distancia. Motivo: El viaje dura como media hora más porque vas haciendo un recorrido turístico por cuanto pueblo toledano te vas encontrando por el camino.

Mi churri fue a sacar los billetes el jueves por la tarde. Por la noche, cuando volví de trabajar, estaba hecho un saco de nervios, diciendo que los había perdido, que los llevaba en el bolsillo de la cazadora y que ya no estaban. Yo le preguntaba “¿Pero dónde los dejaste cuando volviste?”, a lo que él respondía “En ningún sitio. No los saqué de la cazadora”.

Me puse a revisar en los armarios y sitios recónditos de la casa, dando por hecho que los lugares obvios ya habían sido revisados. Aquí va un consejo y, como me caéis bien, os lo voy a dar gratis: Nunca subestiméis el poder de un hombre para pasar detalles por alto. Enfrascada estaba yo en mi búsqueda, con medio cuerpo metido dentro del armario del salón cuando, de repente, mi churri suelta: “Anda, mira, si están aquí”.

¿Debajo de un cojín? ¿Dentro de un tiesto? ¿En la bolsa de pienso de los gatos? No, no y otra vez no. En la estantería. Bien a la vista. Aplausos y algarabía. Mi churri me abraza y me dice “Hala, ya pasó. ¿Estás mejor?” Tócate los pies. El humor de mi churri es así.

“¿Dónde está la parte del engaño?”, diréis. Pues viene ahora.

Al día siguiente (viernes), cuando nos montamos en el tren, procedo yo a comerme despreocupadamente un bocadillo de pavo con albahaca que acababa de comprar para la ocasión cuando, de repente, mi mirada se dirige hacia la pantallita que estaba sobre mi cabeza y veo que eso tiene como que muchas paradas para no ser un Media Distancia.

Conclusión: Me había engañado vilmente, no reconociendo hasta que no tuvo más remedio que no había conseguido otro billete.

Cuando uno sabe que le toca ir en eso, que más que un tren parece el carro del lechero, se arma de paciencia y se mentaliza. Si uno no está prevenido, le sucede lo que me sucedió a mí; que el viaje se hace aún más eterno de lo que suele hacerse.

Pero bueno, al fin llegamos y le digo a mi churri “Vamos a dejar las maletas y salimos de compras, antes de que cierren las tiendas”. A mí me gusta ir de compras cuando voy a Albacete. No porque tengan tiendas diferentes a las de los madriles sino porque suele ser el único momento en que tengo tiempo de ir de compras. Mi suegra dijo que se apuntaba, así que activé mi chip consumista y allí partimos.

Pues mi chip consumista se quedó con  hambre, sed y con todo con lo que podía quedarse. No estaba yo encontrando demasiada cosa con la que cubrir mi cuerpecito. Ni de rebajas ni de nueva temporada. ¿Quién fue el iluminado que decidió que el coral y el aguamarina eran colores? Son la versión no evolucionada del naranja y el turquesa, respectivamente.

De repente, mi churri me dice “Mira, chiqui” y me señala un abrigo color mostaza con pelito en el cuello. Una monada. El único que quedaba. Tan solito ahí en la percha. Es mi talla “I can´t believe it”. Me lo pruebo y me queda como un guante. Me doy vueltas, me miro, me solazo en mi hermosura, doy botes de alegría, abrazo a los dependientes que aplauden enfervorizados y, de repente “¿Qué es eso? ¿Es una mancha?”. Sí, amiguitos, era un mancha. No podía arriesgarme a llevarlo porque el disgusto sería aún mayor si luego la mancha no salía. Miro y remiro y, claro está, no había ningún otro.

Ahí se quedó el abrigo color mostaza y he estado pensando en él hasta hoy. Fue un autentico flechazo condenado al fracaso al más puro estilo “West Side Story”

viernes, 24 de febrero de 2012

¿1984 = 2012?

Orwell era un visionario. Sólo se equivocó en una cosa. El año. Porque 1.984 es hoy.

Hace tiempo ya que empezamos a adoptar la Neolengua. Con esto de los mensajes de texto el lenguaje cada vez se simplifica más y el diccionario cada vez se hará más pequeñito, más pequeñito…

Eso ya lo llevaba yo pensando un tiempo y sabía que el año fatídico estaba cerca. El martes lo comprobé empíricamente.

Llego a la estación de Atocha a coger el Cercanías y, cuál no será mi sorpresa (ahora que lo pienso bien, no tanta, dados los tiempos que corren) cuando me encuentro un antidisturbios en cada molinillo o torniquete o como se llamen los aparatitos por donde se pasa el billete para acceder a las vías.

Parecían clones de Robocop. Iban enfundados en sus trajes, con sus guantes, su braga hasta justo debajo de los ojos y su casco hasta justo encima de los mismos. Estaban ahí como estatuas y yo preguntándome “¿Qué pasará?”. Atocha tiene una triste leyenda negra a sus espaldas así que ver tanto despliegue policial de golpe no da muy buenos augurios que se diga.

El caso es que me aproximo a un torniquete, paso mi billete y accedo al otro  lado. El torniquete es como un mini-pasillito por lo que, si esperándote al salir, tienes un armario empotrado de dos metros por uno, no puedes pasar. Yo soy flaca pero ni por esas. Total, que miro al armario. Él me mira creo que serio (digo “creo” porque no le veía la boca pero su expresión ocular no connotaba tener ganas de una amena charla con mi personita). Y yo ya me siento inmersa en la historia orwelliana. Pensé para mis adentros:  “Verás como ahora me detiene y me lleva al Minimor”.

Tengo un defecto. Bueno, no sé si llamarlo “defecto” pero, según en qué casos (y éste, sin duda, era uno de ellos) me puede traer problemas. Cuando las situaciones me parecen surrealistas me da por ponerme vacilona. De manera que lo miré fijamente a sus globos oculares, le sonreí y le dije “Hola!!”. Detecté algo de furia en su mirada, digamos "algo parca en su expresividad" y se apartó, dejándome pasar. Yo seguía alucinando.

Estaba muerta de ganas de coger el tren porque no me apetecía ni medio quedarme ahí, a verlas venir, dados los tiempos que corren. Por suerte, según bajaba al andén, venía el tren. Lo que ya me terminó de impactar fue que, del mismo tren al que yo subía, bajaron dos miembros de Seguridad de Renfe (que, desde luego, no medían dos metros de alto ni poniéndolos uno encima del otro, ni uno de ancho estando pegados) y subieron las escaleras a toda carrera. Les faltó gritar “No temáis, que ya estamos aquí”. Ahí ya casi infarto.

Al día siguiente me enteré de que  toda esta parafernalia parece haber estado inducida por el Movimiento “Yo no Pago”, que había planeado colarse en el Cercanías cuando terminó la manifestación por los estudiantes de Valencia. ¿De verdad estamos pagando impuestos para que unos veinte antidisturbios (los que vi dentro, parece que fuera había más) impidan que la gente se cuele en el Cercanías?

A mí que me perdonen pero me he perdido algún capítulo.


P.S. Saluditos al Robocop de mi torniquete. Intentaste disfrazar de rabia tu mirada pero sé muy bien que era lujuria contenida, hombretón.

P.P.S. Me voy a Albacete el fin de semana, así que estaré missing. Sed buenos aunque no esté yo para vigilaros y el lunes seré otra vez toda vuestra (y de Robocop también).

jueves, 23 de febrero de 2012

Viendo la vida pasar

Una de las cosas que más me gustan en esta vida es mirar por la ventanilla. Cualquier ventanilla. De un autobús urbano o interurbano, de un tren, de un coche, de un avión (si es transoceánico sólo ves nubecillas y agua pero es igual).

A mi churri lo traigo frito porque, montemos en el medio de transporte que montemos, me pido la ventanilla.

Me pasa desde pequeña. Es como estar sentado mientras ves la vida pasar. Como si todo fuese una película. Estás ahí, pero realmente no estás. Eres un espectador. Ves tiendas, ves casas, ves campo, ves gente hablando por teléfono, gente discutiendo, parejas dando rienda suelta a sus impúdicos, desvergonzados y desenfrenados deseos… Te metes en un túnel y no ves nada. Pero luego sales y vuelves a ver cosas.

Si voy por carretera, el momento que más me gusta para mirar por la ventanilla es el atardecer. Ver el sol caer sobre el campo me evoca como una nostalgia tonta. Como cuando tienes un golpe y andas tocándolo para que te duela (poquito) porque tu “yo” masoquista disfruta con esa transgresión.

Si el viajecillo es por ciudad, sin duda prefiero la noche. Yo soy muy miedosa cuando voy por la calle de noche y, por tanto, cuando voy en un vehículo me siento protegida y puedo disfrutar del aspecto que tiene la ciudad a esas horas. Si voy andando no disfruto nada porque voy en un estado de pánico y de alerta constantes, aterrada con los peligros que acechan en cada esquina.

¿Y qué decir de los asientos de los autobuses urbanos que miran hacia atrás? Eso ya es el súmmum. Uno va mirando hacia el pasado. ¿Puede haber algo más nostálgico que eso? Si vas mirando hacia el pasado durante la noche ya vale para hacer un corto, que con temáticas más absurdas los he visto.

Si voy sola (con gente no lo hago, no soy tan maleducada) lo remato poniéndome algo en el MP4 que acompañe el momento. Elijo la música adecuada para el día, para la noche, para el campo o la ciudad y ahí me quedo, absorta en mis pensamientos.

Creo que nunca me he animado a sacarme el carnet de conducir porque prefiero ser la eterna pasajera. No creo que sea muy recomendable para la seguridad vial ir conduciendo y mirando por la ventanilla al mismo tiempo. Aunque tengo que reconocer que soy muy mal copiloto. En el asiento de atrás, como que me entero menos porque tengo un respaldo delante, por lo que me dedico a mirar por la ventanilla siguiendo mi costumbre y no molesto pero, como me toque delante, empiezo a detectar situaciones de peligro por doquier:

- Cuidado, el coche. Cuidado, la señora. Cuidado, el camión. Cuidado, el ciclistaaaaa! Y ve despacio, a ver si se nos va a cruzar un ciervo.

- En Parla no hay ciervos.

- ¿Y si uno se ha perdido, pobrecito?

- Anda, siéntate detrás y mira un ratito por la ventanilla, mona, que me pones de los nervios. ¿Te pongo musiquita?

- Pero musiquita acorde con Parla a las siete de la tarde.

- Mira que eres freaky…


P.S. 2.000 visitejas ya!!! Graciasss. 

miércoles, 22 de febrero de 2012

De cómo la tecnología simplifica nuestras vidas

Parece que ahora lo que está de moda es disminuir el tamaño de los aparatos pero agrandar los accesorios.

Me explico. Hace tiempo venía yo ya observando que, a medida que los MP3 o MP4 se empequeñecían hasta alcanzar el tamaño de una pinza de la ropa que te enganchabas oportunamente en la ídem (no me extraña que los hagan en colores tan cantosos. Será para que los veas a millas y no se te pierdan), las dimensiones de los auriculares iba aumentando hasta llegar a un punto en el que parece que la gente se ha puesto en las orejas un coco partido por la mitad.

Dicen que es porque se oyen mejor. Hombre, sí y no. Si los compras de marca buena pues sí, se oyen mejor porque te aíslan de los sonidos de fuera y demás. Si los compras en los chinos, lo mismo te va a dar.

Con respecto a los de marca buena, aunque se oigan mejor, tienen a su vez una desventaja. La gente se queja de que la batería del MP4 se les agota más rápidamente que antes. No se te va a agotar si tienes que alimentar semejantes auriculares… Mover esa membrana tiene que suponer un esfuerzo sobrehumano para la pobre batería, que estará ahí quejándose lastimera diciendo “¿Pero no ves que soy chiquitita? Me hicieron para cosas chiquititas”. (Léase, esto último, con voz de pito para dar mayor dramatismo a la situación).

Lo que sí me mola de estos auriculares es que tienen otras ventajas añadidas de las que no disfrutamos con los de botoncillo de toda la vida:

1- Pueden usarse de bufanda cuando hace frío.

2- Si te da un tirón de cuello, pueden hacer también las veces de collarín.

Pues bien. No conformes con esto, el último alarido consiste en un tubo de teléfono para acoplar al móvil. ¿Mande? ¿Compro un móvil pequeño, que ya cumple de por sí todas las funciones de un teléfono (y de un ordenador, a estas alturas) y le tengo que acoplar un tubo retro para hablar? El móvil ya es un tubo en sí mismo. ¿Qué clase de broma macabra es ésta? ¿Acabaremos poniéndole un teclado y un monitor?

No sé si lo harán por el tema de las ondas electromagnéticas. Podría ponerme a averiguarlo pero el tema en sí me parece tan absurdo que me da hasta perecita ponerme a investigar (“aunque no te da pereza ponerte a escribir sobre ello y que te tengamos que aguantar nosotros”, diréis).

El asunto es que, al final, vamos a tener que andar con una maleta por la calle. Entre el cambio climático, que uno ya no sabe que ponerse y qué quitarse durante el día y ahora esto, los trolleys deberían estar subvencionados por el estado.

- ¿Te vas de viaje?

- No, ahí llevo los accesorios del móvil.

- ¿Qué móvil?

- Éste. Es que ni se ve porque me implantaron dos microchips en las uñas del dedo gordo y del meñique. Estoy encantada. Es taaaan cómodo…

martes, 21 de febrero de 2012

Dismanualidades

Merengaza me ha servido de inspiración gracias al post de este domingo, de aburrimiento mortífero.

Ella, en su inocencia, me proponía hacer manualidades para escapar al tedio dominical. Ayyyy, nena, no sabes bien lo que dices…

Mi habilidad para las manualidades es… ¿cómo definirlo? ¿escasa? No, “escasa” se queda escaso. Más bien nula. Pero no nula de simple nulidad. Nula de “eres un auténtico insulto a las reglas de la estética”, de “lo tuyo es la antítesis de las manualidades. Felicidades, gracias a ti ha nacido el término “dismanualidad”. Yo  le pongo voluntad, ¿para qué negarlo? Y mi idea, en la cabeza, es bonita y todo, porque no es que esté carente de ideas, son estos deditos que me han dado. Mi cabeza va por un lado y mis deditos por otro, a su aire. Me encantaría saber hacer cosas de estas porque veo las monadas que hace la gente y lo que se entretienen con ello y me da muchísima envidia.  Creo que aún no he aprendido a colorear sin salirme del dibujo. Diréis que soy una exagerada pero no. Pictóricamente no he pasado de los monigotes y las casitas (con chimenea humeante en un alarde de virtuosismo). ¿Recortar en línea recta o sin picos? ¿Qué es eso? ¿Pegar algo sin dejarme un trozo de epidermis? Ni pensarlo. Hasta mi letra manuscrita es espantosa. En el cole me dejaron por imposible en lo que a caligrafía se refiere.

Ahora que nombro el cole, una de las cosas que rememoro con mayor pavor es la clase de manualidades. Era los viernes, lo recuerdo como si fuera hoy. La mayoría de la gente iba contenta porque la clase de manualidades era como un recreo. Para mí era una tortura. Iba super lenta porque me costaba un triunfo y, además, no me motivaba nada aquello de hacer un portarretratos con pinzas de la ropa, o un payaso de trocitos de papel charol. Me parecía una tarea absurda. Molaba cuando nos mandaban algo para hacer en casa porque ahí le encasquetaba la tarea a mi madre, que siempre ha sido muy mañosita. Digo yo que la profe se tenía que dar cuenta porque no es normal pensar que, siendo torpe como soy, en casa se me quitase la torpeza. Esto también me hace preguntarme a quién salgo. En mi familia todos son habilidosillos (mi tía ganó la beca Guggenheim, entre otras, sin ir más lejos). Debo ser adoptada.

La peor etapa fue como en séptimo de EGB (que sería, creo, como primero de la ESO, para los más jovencillos) donde, en vez de clase de manualidades, teníamos clase de “Pretecnología” (una visión de futuro apabullante tenían las monjas de mi cole. Eran unas auténticas visionarias). La clase de Pretecnología era, como su propio nombre indica, dar un salto de décadas hacia atrás en el tiempo y aprender a hacer dobladillos, coser botones…, que no digo que no sea útil pero, hoy en día continúo pensando que tendría que ser optativo. Suspendí. Por primera vez en mi vida (siempre fui una empollona asquerosa) tuve que ir a clase de recuperación de algo. Mis dobladillos eran algo indescriptible. Parecía que  hubiesen atado un hilo al trasero de una hormiga y le hubiesen dejado darse un garbeo por la tela. A las que íbamos más retrasadas nos dejaron llevarnos  la labor a casa. Mi madre hace unos dobladillos preciosos.

Por mi parte, a día de hoy sigo sin saber y ya he desistido de intentar aprender a hacer nada porque lo único que consigo es acabar nerviosa, cabreada, frustrada o las tres cosas a la vez. Demasiado para mi pobre cuerpecito. 

lunes, 20 de febrero de 2012

Diez preguntas trascendentales que no me dejan dormir

1- ¿Por qué cuando vemos a alguien que se despatarra en el suelo le preguntamos si se ha caído? ¿Qué respuesta esperamos? ¿Que nos diga que se ha tirado un rato a descansar?

2- ¿Por qué cuando alguien entra por la puerta le preguntamos si ya ha llegado? ¿Es pura precaución por si estamos hablando con un holograma?

3- ¿Por qué cuando nos cruzamos por la calle con alguien que conocemos pero a quien no queremos saludar miramos para otro lado? ¿Evitar el contacto visual nos vuelve invisibles?

4- ¿Por qué cruzamos cuando vemos un presunto delincuente? ¿Hay una barrera energética anti-cacos en el medio de la calle?

5- ¿Por qué cuando hablamos con alguien por teléfono, personalizamos el aparato y lo miramos y hacemos gestos como si tuviésemos a la persona delante? Nota: Me refiero a teléfonos fijos no-inalámbricos porque, de otra manera, nos pondríamos bizcos y nos daría tortícolis.

6- ¿Por qué cuando miramos la hora en el móvil tenemos que volver a mirarla porque a la primera no nos hemos enterado?

7- ¿Por qué cuando vamos de pasajeros en un coche y detectamos una situación de peligro nos agarramos del asita que está sobre la puerta como si eso fuese a impedir la colisión? A todo esto ¿para qué diantres vale el asa?

8- ¿Por qué echamos el pestillo a la puerta del baño aunque estemos solos en casa? ¿Tenemos miedo de que, si entra algún facineroso, nos  pille en una situación tan vergonzosa?

9- ¿Por qué miramos hacia arriba cuando intentamos recordar, responder o inventar algo? ¿Pensamos que alguien escribió la respuesta en el techo?

10- ¿Por qué pierdo yo el tiempo preguntándome tanta tontería cuando podría aprovechar para hacer algo productivo?

domingo, 19 de febrero de 2012

Domingo por la tarde

Me aburren los domingos. Una cosa rara, sí. Se supone que, al ser fin de semana uno puede hacer lo que le dé la gana y no tiene que ir a trabajar y esas cosas. Pero es que yo nunca encuentro nada interesante que hacer ese día. Será que tengo poca iniciativa pero vivo los domingos, sobre todo por la tarde, como un lento y agónico transcurrir hacia el lunes mientras te martirizas pensando que no estás aprovechando el día y que mañana ya te va a tocar ir a trabajar otra vez y lo lamentarás y llorarás sangre pero ya será tarde para arrepentimientos porque estarás ahí, dándole al remo laboral.

Leí una vez por ahí, ya ni recuerdo dónde, que estadísticamente los domingos por la tarde es uno de los momentos con mayor índice de suicidios, junto con las fiestas navideñas. Lo mío no es para tanto pero no me extraña que si una persona ya está de por sí deprimida decida dar ese paso precisamente un domingo por la tarde. El mundo está como muerto, ya con cara de semi-lunes (parafraseando a Neruda). No se oye movimiento, está todo como en un estado de letargo o de inconsciencia. No sé bien cómo definirlo.

Cuando el lunes le preguntas a alguien qué tal el fin de semana, normalmente te cuentan algo que hicieron el viernes por la noche o durante el sábado. Si preguntas en concreto por el domingo la mayor parte de la gente te va a decir “El domingo, nada. En casa todo el día. Un aburrimiento…”

Yo reconozco que soy muy caserilla y me encanta estar en mi nidito de amor a salvo de las amenazas que se ciernen sobre mí en la calle pero seguro que hay cosas divertidas que se pueden hacer en casa. Seguro, aunque yo no las encuentro.

Generalmente dedico los sábados a hacer la limpieza de la casa y el domingo únicamente plancho (poco, porque lo gordo me lo quito entre semana), supuestamente para poder vaguear a gusto pero el caso es que, al final, me aburro. Tal vez debería invertir esto y dedicar el sábado a planchar y luego ya disfrutar del sábado y el domingo a limpiar, que así hago algo útil y no me aburro.

Observo que hasta la blogosfera está como más apagadilla los fines de semana. Hay menos comentarios, menos posts… Eso es, o que la gente se lo está pasando DPM menos servidora que está aquí, a verlas venir, o que todo el mundo tiene esta misma sensación de estar flotando en el limbo y hasta parece que no tienes nada que contar.

¿A vosotros os pasa lo mismo con los domingos por la tarde o soy yo, que soy una seta?

sábado, 18 de febrero de 2012

Yo quiero de eso!!!

La envidia no es sana. No, no, no. Pero es que a veces no se puede evitar y confieso que hace un par de noches, bajando del Cercanías, se me pusieron los dientes largos.

- ¿Por qué, Álter? ¿Viste un millonario?

- No. En el Cercanías es complicado ver algo así.

- ¿Un bebé durmiendo plácidamente mientras lo llevaban en carricoche protegido del viento frío con una burbuja de esas, entonces? (esto último debe tener un nombre pero como soy una “no iniciada” en el tema bebés...).

- Pues tampoco, aunque he de confesar que eso me fastidia también bastante. Ellos tan cómodos y una aquí, teniendo que usar las piernas. No hay derecho.

- ¿Un bolso más caro que el tuyo?

- De esos veo bastantes a diario pero, como no los llevan con tanto “glam” como yo, no me dan ni envidia.

- ¿Una tía que estaba más buena que tú?

- Sí, anda. Y un hada, ya puestos…

Nada, nada. Como os veo perdidos, os lo cuento.

Me bajo la otra noche del Cercanías (serían las 23:30 más o menos) y veo a un señor de estos que limpian las vías en un carrito motorizado. El señor no iba de cualquier manera, no. Se flipaba. Iba a toda leche haciendo dribbling entre la gente que pasaba (no demasiada a esas horas, todo hay que reconocerlo).

Y me dije a mí misma “Qué cosa, más guay!!!” Yo en mi trabajo quiero un carrito de esos, que a lo más que he llegado es a que algún compañero cogiera mi silla y me llevara a toda velocidad por la oficina (pa´habernos matao). Debo reconocer que ese día me lo pasé chupi pero esto del carrito motorizado tiene que ser la caña. ¿Qué necesitas preguntarle algo a alguien de otro departamento? Pues ahí que vas con tu carrito motorizado, sin tener que destrozarte los pies con los tacones. Cómodo a la par que efectivo. Se ahorraría mucho más tiempo en ir y venir. Aunque habría que poner carriles y semáforos porque, de otra forma tendríamos atascos en los pasillos y, al final, nos caerían broncas del tipo:

- ¿Cómo has tardado dos horas en ir a hablar con los técnicos?

- Es que cuando volvía me choqué con uno de Contabilidad que iba al baño y, claro, hasta que rellenamos los papeles del seguro… Por cierto, hemos montado un atasco estupendo así que hoy no esperes a M.

Sí, hay muchos aspectos logísticos que discutir pero todo es organizarse. Me da un poco de miedo proponerlo pero el mundo es de la gente con iniciativa. 

viernes, 17 de febrero de 2012

El endecálogo* del buen gato

1- Los gatos no piden, los gatos toman.

2- Cuando miro fijamente al techo, es solamente para ver cuánto tiempo tardas en mirar tú también. 

3- No te lamo por cariño. Me hace gracia ver la cara de sufrimiento que pones cuando te paso por la piel la escofina que tengo por lengua. 

4- Tampoco duermo a tus pies por cariño. Puede ser que tenga frío o simplemente que me divierta verte incómodo por no querer molestarme, criaturica.

5- Nunca intentes que mire hacia donde tú señalas. Yo te miraré la mano y, si de paso le puedo meter un zarpazo, mejor. 

6- No creas que no te entiendo. Te entiendo pero paso de ti.

7- No pretendas que vaya a ti cuando me lo pidas, no soy un perro. Si quieres, vienes tú y ya veremos si te hago caso. 

8- Soy un ser superior, asúmelo. Los egipcios sí que sabían. 

9- Me encanta la Navidad. Pon un árbol con luces, espumillón y bolas brillantes y verás como disfruto. 

10- Cuando te miro fijamente es porque estoy lanzándote mensajes subliminales para dominar tu mente. 

11- Nunca intentes comprenderme. Eso está muy por encima de tus posibilidades. 

*N del A: Soy consciente de que la palabra “endecálogo” no está reconocida en el diccionario y que debe usarse “decálogo”, independientemente de la cantidad de puntos que se planteen pero es un vocablo ya tan extendido a la par que bonito que merece existir. Propongo una plataforma pro-inclusión del término “endecálogo” (a la que llamaremos "Plataforma PITE") en el diccionario de la Real Academia de la Lengua. Veréis qué adhesión si nos ponemos con pancartas en un atasco. 

jueves, 16 de febrero de 2012

Eres mi desvelo

Ofrezco hoy esta situación a la opinión pública para ver si entre todos llegamos a una conclusión con respecto a quién es más peculiar en mi casa.

Mucho hablo yo de mis cosas. De todas. Cada vez tengo menos secretos desde que estoy en la blogosfera y, claro, definirme así con esta crudeza puede producir una imagen real de mí. No, no es un acto fallido, quise escribir la palabra “real”. Una imagen errada es lo que intento transmitir en mi día a día porque, de otra manera, viviría en una jaula y estarían probando medicamentos y cosméticos en mi persona.

Bien, pues entre mis múltiples manías (ahora que lo pienso, no sé si llamarlo “manía”, una manía se puede evitar con fuerza de voluntad o una buena psicoterapia, dejémoslo en “rareza”) se encuentra el estornudar cuando me voy a la cama.

No sé por qué me pasa pero sucede lo siguiente: Mi churri siempre se acuesta antes que yo porque entra a trabajar a la hora de las personas normales. Cuando yo voy a la cama, entro de puntillas, enciendo la luz de la mesita, que no la del techo, abro el armario  despacito para que la puerta no cruja, me pongo el pijama en silencio y le echo la bronca al gato susurrando. Cojo mi librito con la máxima cautela, me meto bajo el edredón, me pongo a leer (ya sé hacerlo en silencio) y, a los cinco minutos, estornudo bestial. A tomar por saco mi prudencia.

Pero no queda ahí la cosa. Tengo un mínimo de tres estornudos a intervalos de un minuto cada uno. Después se me pasan. Inexplicable.

Pues ayer mi churri me lo echó en cara. Como si uno pudiese hacer algo para evitar los estornudos. Me dice que para qué tanto sigilo si luego voy a soltar esos estornudos caballunos. Juro que dijo caballunos. Decir eso de una gentil y dulce damisela como yo, qué impertinencia. El colofón fue cuando me suelta “Es que me desvelas”.

Desvelo “By The Churri”:

Consecuencia del primer estornudo: Gemidito.
Consecuencia del segundo estornudo: Gruñidito.
Consecuencia del tercer estornudo: Gruñidito más intenso acompañado de media vuelta.

A los treinta segundos, respiración tranquila y pausada acompañada de algún ronquido ocasional.

Ya me gustaría a mí desvelarme así.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Todos mis chips

Desde que he vuelto al  mundo blogueril, hay una cosa que me causa tanta gracia como asombro. El detector de bots. Cierto, en el mío también está puesto pero como a mí no me pregunta nada porque es muy listo y me conoce, me da la risa tonta (o la risa, a secas, que cada cual se ríe como lo que es) cuando comento en los blogs ajenos.

La frase “Demuestra que no eres un robot” me parece sublime. Me deja en estado de shock cada vez que la leo. Ahora ya me voy acostumbrando pero, claro, yo no estaba hecha a estas cosas porque en las épocas en que yo blogueaba comentábamos a pelo, sin necesidad de demostrar nuestra condición humana pero la primera vez que me topé con esta frase entré casi en un estado de pánico, diciendo “¿Y ahora qué hago? ¿Me echo a llorar para demostrar que tengo sentimientos? No, eso no, porque pueden pensar que soy como el niño de Inteligencia Artificial ¿Me corto las venas para que vean que me sale sangre y no aceite de motor? ¿Me hago el Harakiri para que vean que tengo entrañas? ¿Y si nada de esto da resultado? Los robots los hacen últimamente muy realistas. Ya sé lo que voy a hacer. Voy a demostrar que no me sé la tabla del 7. Cualquier robot que se precie se sabría la tabla del 7 pero ¿y si piensan que la digo mal a propósito para disimular? ¿Quién se va a creer que una tía de más de treinta tacos no se sepa la tabla del 7? No me dejarán comentar nunca más!!! ¿Cómo cuernos les demuestro yo a éstos que no soy un robot?”

Un trankimazin y diez minutos respirando en una bolsa de papel más tarde, vuelvo a mirar la pantalla del ordenador con más calma…

Ah, no, espera.  Tranquila, Flaca, tranquila. Que parece que tengo que escribir una palabrita sin sentido. ¿”buzhayi”? ¿qué leches es “buzhayi”? A ver, la escribo: b-u-z-h-a-y-i

Bingo!!! Me ha publicado el comentario. ¿Con esta chorrada demuestro que no soy un robot? Los robots son capaces de hacer cosas fantásticas, ¿cómo se supone que van a cortocircuitar con semejante incoherencia? Los robots son ellos, que me quieren dominar ¿Qué habrán querido decir con esa palabra? ¿Es un código para freírme el cerebro?  Ahora tengo dos problemas: Miedo y una ansiedad tremenda porque no sé qué significa buzhayi (tendré que pegarla en la nevera) ¿Un segundo trankimazín en veinte minutos será mucho?

Encima, la palabra cambia cada vez que comentas algo así que creo que nos están dando una secuencia de comandos entera. Nos esclavizarán a todos, ya lo veréis. De momento duermo con un casco de papel de aluminio para que no puedan escuchar mis pensamientos, una percha en la mano para desviar sus rayos gamma y unos calcetines en los pies porque hace frío. Os recomiendo que hagáis lo mismo. Los catarros son muy malos. 

martes, 14 de febrero de 2012

Mi lucha interna

Se acerca el cumple de mi churri y, como de costumbre, no tengo ni idea de qué regalarle.

De hecho, todavía le debo el regalo del año pasado porque quería juegos de ordenador pero me dijo que me esperase, porque su aparatejo (me refiero al implemento informático, mal pensados) está muy viejo y pensaba cambiarlo.

Pues hasta hoy sigo esperando.  Si es que no se puede planificar regalos con alguien tan mal queda. Un impresentable, es lo que es, así que toda la culpa es suya. Y seguro que si este año estoy bloqueada es porque mi cabeza ve ahí el escollo del juego de ordenador y no puede avanzar, la pobre. Que mi mente es organizada y esquemática y hasta que no tacha una tarea no pasa a la siguiente.

Es así como, cada día de este bendito (y frío) mes de febrero de 2012 le digo a mi cabecita:

- Cabecita linda, Reina. Hay que pensar en ya sabes qué para ya sabes quién.

- Ya lo tengo pensado, saco de huesos inútil sin mí, un juego de ordenador.

- No, cabecita linda, Reina. Eso era lo del año pasado.

- No, no, no. No está tachado de la lista y eso quiere decir que aún está en la “to do list” (Mi cabecita es muy pija y siempre se expresa así de raro).

- A ver, cabecita (a estas alturas ya omito el peloteo porque sé que no me va a servir de nada), ya sé que no está tachado de la lista pero ése era el regalo de 2011. Hay que pensar algo para este año: 2012.

. ¿Y qué pasa con el de 2011?

- Olvídate de 2011,cabezota, y piensa algo para este año!!!

- ¿Cómo me voy a olvidar de 2011? Tengo el regalo sin tachar y no puedo continuar hacia la siguiente tarea sin haber terminado ésta previamente.

- Pero mira que eres kafkiana. ¿Tú ibas para funcionaria, verdad? Pongámoslo más fácil. Imagínate (si es que aún no has perdido la capacidad de imaginar) que ya hemos cumplido con el objetivo de 2011. ¿Lo tienes? Vale, ahora, tacha virtualmente eso de la lista.

- Ahhhh. Vale, vale, vale. Hecho.

- Muy bien, cabecita mía!!! Si ya sabía yo que valías para algo más que para ponerte gorros en invierno. ¿Qué se te ocurre?

- Un juego de ordenador.

To be continued…

lunes, 13 de febrero de 2012

Nueve dedos y medio

No, no es un remake de la película erótico-festiva por excelencia de la década de los 80. Mi gato Luhay, que es un cachondo, ha optado por dejarme lisiada.

Ya comenté aquí que mi Gordi es muy bruto. Cuando quiere que le hagan caso, se pone insoportable. Te lanza mordiscos, arañazos y te mira amenazante. Como pesa mucho y tiene mucha fuerza, hace daño.

Estaba mi churri en la habitación del ordenador jugando al ídem y el Gordi andaba por ahí, fastidiando. A mi churri se le hincharon las narices y lo echó de la habitación, cerrando la puerta tras de sí. A él esto le importó más bien poco porque aún le quedaba otra víctima humana sobre la que descargar sus iras. Servidora.

Entra como quien no quiere la cosa en el salón, donde estaba yo con mi portátil rosa-super fashion-horterísima de la muerte que me tiene loquita de amor, se sube a la mesa y empieza con sus habituales artimañas de mordiscos y zarpazos (medianamente suaves para lo que puede llegar a hacer).

Me enfado, lo miro con cara de malas pulgas y le digo “Gordi, baja de la mesa o te echo fuera”. Se baja de la mesa. Yo me congratulo en vista de mis altas dotes de mando. Sibilinamente, la rodea y se coloca junto a mis pies, desde donde me mira aguardando el momento de atacar.

El momento llega. Y ataca. Lanzando sus zarpas contra una de mis indefensas piernecitas. Me pongo de pie demostrando mi superioridad y le digo “Pues te vas fuera”. Ja. Que me he creído yo eso. Se parapeta debajo de la mesa semi - oculto tras una silla (digo “semi” porque, dado su tamaño de gran felino, nunca consigue esconderse del todo).

A todo esto, mientras está él, digamos escondido, y yo convertida en Medusa, pasa desprevenido mi pobrecito Forlán y se lleva un bocado en una pata sin comerlo ni beberlo.

Aparto la silla, desbordando recursos y me dedico a intentar cogerlo escondiendo las manos en las mangas del jersey. Es evidente que, con las manos metidas en el jersey poco voy a conseguir coger así que opto por distraerlo con una mano oculta en jersey y, cuando la ataca con las pupilas dilatadas, pillarlo con la otra mano desnuda.

Es un truco que me suele funcionar pero esta vez debe ser que andaba yo baja de azúcar porque me pilló la cubierta y la desnuda, concretamente clavando su zarpa debajo de la uña de mi índice derecho, que comenzó a sangrar ipso-facto.

Mi aullido de dolor y mi insulto en uruguayo (yo, cuando me cabreo, insulto en uruguayo. No tengo idea de por qué ya que vivimos en un país con un amplio abanico en lo que a expresiones soeces se refiere pero a mí me sale mi vena charrúa en esos momentos) se deben haber oído en todo el edificio.

Pues ahí no nos hizo falta echarlo. Él solito se fue corriendo al dormitorio y se escondió bajo la cama, como diciendo “Ahora sí que la he liado buena”.

Le sacaré el lado positivo. El ataque de mi Gordi me ha dado para un post enterito. Qué brutito es…

domingo, 12 de febrero de 2012

Localizado Unicornio de Silvio Rodríguez. Razón aquí

Lo encontré!!! Lo encontré!!! Albricias y regocijo!!! Lo único que ya no es azul, debe haber desteñido con los años o por no lavarlo en frío con jabón del payasete.

“¿Dónde lo has encontrado?”, tal vez os preguntéis (o tal vez no, y estaréis pensando “a ver con qué parida nos va a salir ésta ahora").

A los que pertenezcáis al segundo grupo, felicidades, sois perspicaces por naturaleza. Los del primer grupo deben ser nuevos en este blog.

Pues lo he encontrado esta mañana. En el espejo de mi baño. Me miro, me asusto, me peino, ya no me asusto tanto pero, de repente, ¿qué es eso? ¿Y mis gafas? Ah, las llevo puestas. Repito, ¿qué es eso? Un cráter, un critter, ¿un grano? ¿es posible que eso sea un grano? ¿ahí, en medio de la frente? Pues sí, parece un grano.

Intento vanamente explotarlo porque es de estos que crecen pero no asoman la cabecita los muy cobardes. Como consecuencia de los apretujones, el grano crece más, se envalentona y se convierte definitivamente en un cuerno.

Miro inquisitivamente a mi churri pero rehúsa toda responsabilidad. La causante debe ser la media tableta de chocolate que me zampé anoche. Maldita traidora y yo como una pava elogiando tus virtudes, mal rayo te parta.

Me echo agua caliente, me hago un peeling, me pongo una mascarilla. Nada, impertérrito, como si no fuese con él la cosa.

Para más inri, cada vez que me sale un grano me pasa igual que cuando era pequeña y se me caía un diente, salvo que a la inversa. Cuando se me caía un diente mi lengüecita inquieta no paraba de explorar el espacio vacío que había dejado la pieza dental tras de sí. Cuando me sale un grano, mis deditos, igual de inquietos, no paran de explorar ese espacio de mi cutis, que supo ser virgen en algún momento y de repente se encuentra colonizado. Esto, claro está, provoca que la pústula (se) crezca todavía más, captando mi incomodidad y viendo que me está ganando la batalla.

Espero que para mañana esté mejor, porque el Kilimanjaro este no hay concealer que lo tape.

Eso sí. Qué achuchón me va a dar Silvio cuando me vea!!!

3x3

La primera persona que asomó la cabecita por este blog, Eva de Opiniones Incorrectas me ha elegido para hacer el siguiente juego:

3 lugares en los que has estado y te gustaría volver a estar: 

- Montevideo.

- Santiago de Chile.

- Atenas.

3 motivos por los que te gusta formar parte de la blogosfera: 

- Adoro escribir. 

- Me llena de alegría recibir visitas y comentarios. 

- Me encanta leer las opiniones e historias de los demás, porque de todas se saca algo. 

3 libros favoritos: 

- “La Insoportable Levedad del Ser” (Milan Kundera). 

- Las obras completas de Edgar Allan Poe. 

-“El Talismán” (Stephen King) 

3 cosas que te gustaría hacer y que todavía no has hecho: 

- Saltar en paracaídas. 

- Viajar a Montevideo a reencontrarme con mi familia y amigos (con suerte, a fin de año, lo cumplo. Cruzad los dedos!!!) 

- Ir a California a reencontrarme con mis otros familiares, estamos muy desperdigados, todos. (Ese ya lo dejo para otro año, que no están los presupuestos para tanto dispendio). 

3 cosas que te alegran el día: 

- Mi trabajo (debo estar enferma). 

- Mi churri y mis gatitos. 

- Las buenas noticias de los demás. 

3 palabras que te definan: 

- Diva.

- Empática.

-Risueña.

3 sitios donde no has estado, pero te gustaría visitar: 

- Las Maldivas. 

- Praga.

- El Norte de Estados Unidos (los lagos de Wisconsin, los bosques, etc…)

3 de tus comidas favoritas: 

-Los macarrones al horno de mi churri. 

-Los pescados, en general. 

- El marisco. 

3 olores que te gusten: 

- Los libros viejos.

- Jazmines. 

- El mar. 

3 sueños: 

- Ser feliz. Siempre. 

- Ver feliz a la gente que quiero. Siempre. 

- Que se acaben las injusticias (parece una respuesta prefabricada de aspirante a Miss Universo pero, de verdad, me enciendo con las injusticias que hay en este mundo). 

3 personas: 

- Mi churri. 

- Mi mami. 

- Mis brujas (son un pack). 

3 colores: 

- Violeta. 

- Rosa. 

- Fucsia. 

3 nombres de chica: 

- Melissa. 

- Verónica. 

- María Victoria. 

3 nombres de chico: 

- Fernando. 

- Daniel. 

- Rodrigo. 

3 estados de ánimo que sueles tener a menudo: 

- Optimista. 

- Alegre. 

- Dicharachera (como la rana Gustavo). 

3 momentos de tu vida: 

- Mi primer viaje (a Montevideo). 

- Mis primeros aplausos (en un festival del cole). 

- Mi primera colonia… (sí, fue esa) 

Siento el vacile pero mi vida debe de ser muy aburrida. Llevo diez minutos pensando y no se me ocurre nada!!!! De todas formas, las tres que he dicho son ciertas. 

3 personajes históricos: 

- Ghandi. 

- Ernesto “Che” Guevara. 

- Jesucristo. 

3 animales: 

- Los gatos. 

- Los fenecs. 

- Los caballos.

Vale, ahora el tema es el siguiente. Tengo que agregar otras tres temáticas y pasarle la pelota a tres personas más, que responderán todo lo que yo he respondido, más las tres que propongo yo, agregarán otras tres temáticas y luego se lo pasarán, a su vez, a otras tres personas (no quiero ni pensar cómo va a acabar esta lista… ¿Las técnicas de venta piramidal no se basan en algo como esto? Deberíamos rastrear la cadena, a ver dónde se rompe). 

Aquí van mis tres preguntejas: 

3 juguetes de la infancia. 
3 álbumes musicales. 
3 manías. 

Hala, y les toca responder a… 

Elena, de Del Ebro al Sambre 



Ahí os dejo este experimento sociológico. Besotes.