Marrameowww!!!
Parece mentira que vaya a hacer lo que estoy a punto de
hacer. Nunca me hubiera imaginado que un día iba a terminar yo defendiendo a la
bruja pero sí, lo voy a hacer. Será un momento histórico en esta sección.
Hay que aclarar antes que nada, en pro de mantener mi buen
nombre y no quedar como un blandengue, que realmente la defiendo porque esta
situación también me afecta a mí, así que en realidad lo que estoy haciendo es
luchar por mis intereses y si la bruja sale beneficiada en el proceso, sólo
serán beneficios colaterales.
El asunto es el siguiente. Munchkin es un obseso de los
pies. Casi se lo podría tildar de fetichista. Durante el día no les presta
mucha atención pero, en cuanto la bruja se duerme, comienza a desatarse la
pasión desmesurada de Munchkin por esas extremidades tan feas. En cuanto tiene
oportunidad, le clava las uñas en la planta o en el empeine o en el dedo gordo
del pie. Confieso que a mí lo que más me gusta es el arañazo en la planta
porque luego la bruja camina raro todo el día.
Cuando digo que le clava la uña quiero decir literalmente
que le clava la uña. No es un arañazo normal de saco mi garra y la deslizo con
más o menos presión por la parte elegida, generando un surco. No. Él saca la
uña y la deposita en un punto concreto, comenzando a hacer fuerza sin realizar
ningún tipo de movimiento en horizontal ni en vertical, lo que provoca que la
bruja de repente se despierte con la sensación de que alguien le está clavando
una aguja. Imagino que no debe de ser una forma agradable de despertarse para
nadie pero la bruja lo hace saber a base de bien. Empieza a dar unas voces y unos quejidos
insoportables pero, a pesar de ello, tiene que incorporarse en la cama para
coger la uña de Munchkin y “desclavarla”. Efectivamente, hasta que no
intervienen manos humanas, la uña de Munchkin puede seguir ahí ad aeternum. El consorte le había dicho
a la bruja que eso era porque el “pobre gatito” veía algo que se movía bajo la
sábana y como es un “ser inocente” sólo quería jugar pero no, ya está
comprobado que, aunque la bruja deje los pies al aire, no hay noche que se vea
libre de su correspondiente ataque.
Una vez que la bruja ha conseguido liberarse del instrumento
de tortura, pensaréis que ahí queda la cosa pero no, porque ahí empieza a
echarle la bronca, a chillar, a gimotear y a lamentar su suerte. Todo este
proceso puede durar unos diez minutos y, claro, comprenderéis que así no hay
quién duerma ni quién se relaje, así que voy a tener una seria charla con
Munchkin a ver si consigo que desista de sus actividades para que los demás podamos tener un poco de paz.
O, al menos, que sólo torture a la bruja durante el día.
Prrrrrr.