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martes, 30 de septiembre de 2014

Ustedes Dirán XCVII: Veintitrés minutos (sugerido por Mandarica)

Mandarica me sugirió en tiempos pretéritos que dedicase una entrada al pollito ñoño preferido por todos: Calimero. No tengo muy claro si quería que hablase de la canción o de la serie en sí misma pero, como la canción no me ha dado demasiado juego a excepción del momento en que nos dicen que es un polluelo blanco y negro (el polluelo es negro azabache; lo único blanco que tiene es el trozo de cascarón que lleva pegado a la cabeza desde que nació) y que, según nos comentan, en la pandilla dicen que es un polluelo raro (a lo que él responde "No me toméis el pelo, mi corazón sufre", que no parece una estrategia muy buena para librarse del mobbing), he decidido malgastar 23 preciosos minutos de mi tiempo en mirar un capítulo llamado "Un cuaderno muy agujereado".

Aviso: Este post es más largo que un día sin pan. Si tenéis mejores cosas que hacer ahora mismo (Seguro que sí. Pensad bien), os recomiendo que lo dejéis para más tarde.

Calimero está en el colegio. El profesor habla de Islandia y Calimero muere de aburrimiento porque Priscila, que parece que es su amada más amada, no ha ido al colegio. Un pato verde se ofrece voluntario para llevarle el cuaderno a Priscila y Calimero, que se había quedado frito, espabila tarde y sale corriendo detrás del pato intentando sobornarle con canicas para que lo deje ir a él en su lugar. Ante el poco éxito, le ofrece como obsequio un pañuelo de la propia Priscila. Que viva el fetichismo. Según dice Calimero, ella misma le regaló el pañuelo pero vete a saber si no se lo robó del tendedero.

El pato lo huele casi esnifando el olor que éste emana (a estas alturas yo ya estoy flipando en colorines con esta profusión de parafilias) y dice que sí, que es cierto, que reconoce el perfume pero rehúsa el trato y prefiere llevar el cuaderno porque seguro que Priscila le da un beso de tornillo en agradecimiento por llevarle los deberes.

Calimero lamenta su suerte porque, si no se hubiese dormido, podría haber ido él y podrían haber hecho juntos los deberes (Esto es textual. El pollo éste no quiere hacer manitas, quiere hacer los deberes) pero decide ir igual, aunque nadie lo haya invitado.

Un cerdo y un conejo aconsejan al pato sobre el regalo idóneo para Priscila. El conejo aboga por las flores mientras el cerdo defiende a ultranza las chocolatinas. El pato opta por flores, tal vez porque se haya dado cuenta de que Priscila está ganando unos kilillos. Pero, al salir de la floristería con el ramo, se percata de que ha perdido el cuaderno, el muy tonto, por lo que Calimero, que acechaba tras un cubo de basura como un acosador desquiciado, dice que va a buscar el cuaderno para encontrarlo antes que el pato y, ya que está, se adueña de unas flores del ramo que el pato ha destrozado buscando el cuaderno.

Se va a buscar a un perro que, con su poderoso olfato, sigue el rastro del cuaderno mientras los otros buscan en un vertedero por el que no habían pasado antes (pero nunca se sabe, oye) y hasta recorren el vecindario anunciando por megafonía que buscan el cuaderno.

El perro sigue husmeando. Llegan a la casa de Priscila, donde ven por la ventana (en plan voyeur) que el maestro búho ha encontrado el cuaderno y se lo ha llevado a su alumna. Calimero se alegra de que los otros nunca lo encontrarán (¿se supone que este pollo es tiernito?). Pregunta al perro si cree que le gustarán a Priscila las flores por las que no pagó un duro. Todavía tiene el morro de decirle a la doncella que la idea de llevarle flores se le ocurrió así sin más. Este pollo cada vez me cae peor, de verdad. Priscila le ofrece hacer los deberes juntos y Calimero muere de amor al ver realizada su más oscura fantasía.

Cuando el pato se entera de que Priscila ya tiene el cuaderno, sale en su bici hacia la casa como alma que lleva el diablo, llevándose a todos por delante y perdiendo por el camino el remolque y una rueda. Vamos, que sale en una bici y llega en un monociclo. Se enfurruña cosa mala cuando ve por la ventana (qué manía todos con espiar por las ventanas) que Calimero le está explicando a Priscila lo de Islandia (no sé cómo, si se durmió en clase). El pato verde irrumpe en la casa acusando a Calimero de haber robado el cuaderno. Ese cuaderno tiene que tener información clasificada o algo. No puedo creer tanta historia por un cuaderno de deberes. Pollo y pato se ponen a tironear cada uno de un extremo hasta que lo rompen y ella, al borde del desmayo, llora desconsolada. Los amenaza con hacerlos pedazos como al cuaderno si no se van y, sin esperar reacción los lanza de una patada a un tazón de agua. Toda una damisela en apuros.

Al día siguiente, ni el pato ni Calimero van al cole porque están resfriados. Priscila se rehúsa a llevarles sus cuadernos porque dice que son peligrosos pero Calimero alberga la esperanza de que vaya ella misma.

No sé cómo acaba esto porque, de repente, el argumento cambia y vemos a Calimero en las escaleras del frente de su casa y la madre se piña al no ver que el pollo estaba en su camino porque lleva un montón de ropa para lavar (porque han vuelto de vacaciones, dice. No entiendo nada ¿no estaba ayer mismo en la cama con fiebre en jornada escolar?) La madre lo castiga a meter la ropa en la lavadora y, el muy torpe se cae dentro del electrodoméstico. Encima destiñe quedando mitad blanco y mitad negro por culpa del detergente que, según comenta la Sra. Calimera, blanquea cosa mala. Van a quejarse a la fábrica y la madre monta un pollo, como es de esperar en alguien de su especie.

El zorro (en sentido literal y figurado) del fabricante le dice que puede ganar dinero con la nueva cualidad del pollo pero la madre se indigna y no hacen negocio.  

Calimero sale escondido en el cascarón y Priscila se lo quiere quitar a toda costa diciendo "Es que ya no somos amigos?"... Se ve que ya no se acuerda de cuando lo sacó de su casa a patadas. El conejo, que se ve que es un mafioso,  le dice "sal o usaré otros métodos". El pollo sale corriendo y los demás lo pillan y le quitan el cascarón por la fuerza al pollo, que monta una pataleta ante la humillación. Aparece el Director del Colegio, quien lo examina y, entre todos, amenazan con acribillar a publicidad negativa al zorro.

De repente, aparece una mujer con el zorro. Dice que se ha teñido de castaño y se le ha quedado el pelo negro. Oh, tragedia. La turba embravecida amenaza con arrasar la tienda. El director, que por algo ha llegado a donde ha llegado en la vida, dice que usarán los productos a la inversa, a ver si así Calimero vuelve a ser negro y a la del pelo negro se le aclara la cabellera.

Calimero recomienda a los espectadores no jugar con productos de limpieza, aunque la jugada le sale bien y vuelve a ser negro. La antes morena no ha tenido tanta suerte y ahora tiene el pelo blanco. Presa de la ira,  persigue al zorro con un martillo que le lanza por los aires. Dice Calimero que eso es lo mínimo que le puede suceder a un estafador y, con este pacífico mensaje de armonía y llamamiento a no tomarnos la justicia por nuestra mano, se cierra este apasionante capítulo.


P.S. Pedid lo que queráis. Ya veis que estoy hecha a todo…

lunes, 29 de septiembre de 2014

Crónicas Felinas CVI: El inquilino

Marrameowww!!!

Confieso que hoy no tengo muchas ganas de escribir porque estoy enfurruñado. Bueno, en realidad no tengo muy claro si estoy enfurruñado. Me pasa un poco lo mismo que le sucede a a la bruja cada vez que cambia la luna, que de a ratos está triste, de a ratos contenta, de repente se enfada, de repente llora… Pues yo estoy así, aunque no creo que pueda atribuirse a alteraciones hormonales, que tengo entendido que es lo que le pasa a la bruja.

La cosa ha sido tal que así: El sábado, la bruja y el consorte se levantaron a una hora bastante intempestiva para ser sábado, lo que a mí me hizo sospechar que algo raro se traían entre manos. Volvieron horas más tarde. Me encerraron en el salón y escuché que trasteaban en la habitación donde suelen quedarse los padres del consorte cuando vienen de Albacete City. Al poco, me abrieron la puerta del salón haciendo como que no pasaba nada pero yo me olía algo raro hasta que mis sospechas se vieron confirmadas al escuchar unos insistentes maullidos provenientes de la antedicha habitación.

Espié por debajo de la rendija y logré ver una especie de leopardo en miniatura. No sé, una cosa canija pero con muchas manchas y rayas que me da mucho miedo, aunque tanto la bruja como el consorte insisten en que no es una cría de leopardo, que es un gato muy bonito (según ellos) y que se llama Munchkin (cada día son más freakies, de verdad, qué cruz…). Sólo atiné a verlo a través de la ventana de la terraza y mis reacciones han sido, en orden aleatorio, bufar, maullar, esconderme, acercarme a husmear a la puerta, volver a maullar, volver a bufar, espolfarme, mover el rabito de modo juguetón... Todo sin orden ni concierto, según me dé. No sé muy bien cómo comportarme ante este ser invasor porque, por un lado, como que me apetece jugar con él (dicen que no puedo hasta que esté vacunado y hayan pasado unos días para que se me quite el enfurruñamiento) pero por otro lado ¿y si es tan mono como dicen? ¿Y si le hacen más caso que a mí? ¿Y si dejo de ser el rey por culpa de éste intruso con pinta exótica?

De momento, me he dedicado a cometer todas las trastadas posibles para que estén pendientes de mí y se olviden del inquilino.

Le iba a sacar una foto pero, de momento, no os lo enseño. No sea cosa que empecéis con “Qué monoooo” y me hundáis en la más absoluta de las miserias. Si queréis verlo, tendréis que repetir como un mantra “Oh, Forlán, tú siempre has sido y serás nuestro líder y no existirá jamás otro felino que te haga sombra” y tal vez me piense presentarlo en sociedad en capítulos venideros.

Mientras tanto, ahí os quedáis porque estoy enfadado con el mundo y no estoy para hacerle favores a nadie, que bastante tengo con lo que tengo.

Prrrrrr o Pfffff o yo qué se.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Supercalifornialísticoespialidoso VIII: En tierra de Walt (parte 2)

Terminamos hoy con la visita a Disneyland (parece mentira que habiendo ido sólo un día la cosa dé para dos entradas). Aviso que ésta va a quedar un poco larga pero ya tres entradas con Disneyland me parece excesivo.

La entrada al Crucero de la Jungla
Otra de las atracciones que recordaba de mi infancia era el Crucero de la Jungla. Se trata de una barquichuela donde recorres la recreación de… una jungla, sí. Hay animales falsos, plantas verdaderas y hasta aborígenes con pinta de caníbales. Es un paseo entretenido aunque reconozco que, en este caso, sí que lo vi con otros ojos una vez pasados los años. Es que los animales falsos son muy falsos. Vamos, que se nota a la legua que eso es plasticazo. Aun así, vale la pena verlo. Esto por no hablar de las risas que nos echamos en la cola. Resulta que, desde fuera, la cosa no parece para tanto, pero cuando te empiezas a mover por ahí, ves que han puesto montones de cuerdecitas para que des vueltas y más vueltas haciendo cola. Subes escaleras, vuelves a bajarlas, vas para adelante, para atrás… Mi primo, el churri y yo nos reíamos porque tuve la ocurrencia de decir que me sentía como si fuéramos las ratitas de Skinner y que seguramente habría unos científicos con bata blanca observándonos desde algún sitio y comentando “Ya verás. Les pones en un objetivo al final, los metes en un laberinto y ahí que van todos”. Sólo por ese momento ya mereció la pena haber ido a la atracción.
El objetivo final

Desde ahí arriba cayó mi valiente parentela
Una vez recorridas algunas atracciones en Disneyland, fuimos al parque de enfrente, el Disney California Adventure, que es más pequeño pero más “moenno”. Éste no lo conocía. Hay un edificio en ruinas donde subes altísimo en un ascensor para luego caerte desde 55 metros o algo así, llamado “The Twilight Zone Tower of Terror”. Yo no quise montar. Los valientes fueron el churri, mi primo, y M., la hija de mi prima S. (la de los “perrous” y “gatous”). El resto nos quedamos en tierra. El churri dice que la ambientación y todo lo demás está genial pero yo como que pasé de tanto vértigo después de haber pasado por la Space Mountain.

Luego fuimos a pasear por la zona de la película “Bugs”. Las atracciones son para niños pequeños pero para dar una vueltecita caminando por ahí está muy bonito.
Paseando cual bichitos

Después subimos todos a “Soarin´Over California”, que es un cacharro en el que te sientas, te levantan en el aire y, gracias a una pantalla gigante en 3D, vas sobrevolando California. Tiene efectos de aire, de movimiento y hasta olfativos (lo juro, al pasar por encima de los naranjales, hueles las naranjas y en la costa huele a mar). Está curradísimo.

Luego de esta experiencia fuimos a cenar y, para terminar la jornada, vimos el espectáculo de agua, imagen y sonido que hacen en el lago. Es espectacular. Los chorros de agua suben no se sabe cuántos metros (bueno, se sabrá, pero yo no. Muchos). Y luego van proyectando imágenes de películas de Disney sobre los chorros de agua. Es algo increíble, en serio. Lo rematan con unas llamas (de las de fuego, no me refiero a bichos escupidores) de tales dimensiones que hasta tuve que mirar hacia otro lado porque me quemaba la cara. Totalmente recomendable.

Como ya nos echaban del parque, aproveché para pasar por la tienda de fuera, donde recordaréis que me habían dicho que tenían las mantas de Jack Skeleton. Veo todo un stand dedicado a la película “Pesadilla Antes de Navidad” pero la mantita brillaba por su ausencia. Veo que por ahí tienen más mantitas pero eran todas de Mickey o de Princesas Disney. Doy vueltas. Le pregunto a una que me dice que en el stand antedicho tiene que haber, que mire bien. Miro bien, el churri mira bien, todos los que vamos (que somos 7, creo que 14 ojos estarían capacitados para encontrar las mantitas) miramos bien y ahí no hay mantitas. Le pregunto a otra, luciendo mi mejor cara de desquiciada y, creo que con más miedo que amabilidad, dice que va a ir al almacén a mirar. Va y vuelve con las dos que le quedaban. Le arranco una de las manos antes de que venga alguna otra chalada y me quede sin ninguna. Doy palmas con las orejas y, ya que estoy, pillo un cojín a juego, para quitarme el disgusto.


Y ya felices, previo paso por caja, emprendimos el regreso porque al día siguiente partíamos a un destino también de utilería pero para adultos. A ver quién lo adivina. Os dejo con los Increíbles desfilando:


miércoles, 24 de septiembre de 2014

Anuncios Pesadillescos CX: Educando en el terror

Vemos en un cuarto de baño a un padre con su hijo. El niño, con cara de profunda consternación pregunta a su progenitor si ese día también tiene que lavarse los dientes. En la versión Disney edulcorada, el padre empezaría a cantar una pegadiza canción donde le hablase de que hay que sonreír a la vida y que para que su sonrisa sea la más bonita del mundo mundial tiene que cepillarse a diario los dientes. Aparecerían lagartijas bailando sobre el lavabo mientras una zarigüeya toca el tambor sobre el caparazón de una tortuga y todo sería fiesta y algarabía pero se ve que, últimamente, las canciones pastelosas no dan el mismo resultado que en nuestra tierna infancia, por lo que el padre opta por una versión mucho más dura de la realidad, apelando a sus terrores más primarios en plan H.P. Lovecraft y le cuenta que, durante la noche, los monstruos que viven en la boca del niño se vuelven horribles, comenzando a devorar sus dientes, que se vuelven negros. Le falta decir que se le van a caer todos, uno a uno, y que sólo podrá conseguir trabajo como suplente del Cuñao.

Mientras el padre suelta toda la perorata, el niño abre la boca de par en par frente al espejo intentando ver esos monstruos terribles de los que habla su papá, sin conseguir ver nada pero regalándonos una serie de muecas que hacen que la imagen de los seres que habitan nuestra boca comience a ser cada vez menos horripilante.

Según nos cuenta este padre apocalíptico, la única forma de combatir a estos espantosos seres es mediante la pasta de dientes. Al parecer, existe uno que se llama Cariesaurus y no nos enteramos de cómo sigue la cosa porque el niño comienza a chillar, presa del pánico, y vemos  a la madre entrar en el baño con la cara cubierta por una mascarilla negra (¿de qué puede estar hecha una mascarilla negra?). El padre se une a los alaridos (me recuerda al churri, que alguna vez también se ha sorprendido al verme con la mascarilla, y eso que la mía es blanca nuclear) y ya no nos cuentan más de qué pasa con el Cariesaurus. Vaya, ahora que estaba yo enganchada a la historia y me quedo sin saber cómo termina…

Si este anuncio lo hubieran echado cuando yo era pequeña me juego lo que sea a que hubiera estado sin lavarme los dientes una semana. A mí siempre me gustó comprobarlo todo empíricamente y, si me decían que había monstruos horribles viviendo en mi boca hubiese hecho todo lo que hubiera estado en mi mano para pillarlos infraganti en pleno ataque a mis premolares. Menuda era yo.

Así que no sé hasta qué punto este anuncio puede ser perjudicial para niños con inquietudes científicas o demasiado curiosones, como servidora. Tal vez hayan abierto la puerta a toda una serie de experimentos científicos no autorizados y acabaremos siendo devorados todos por el Cariesaurus.

Sea lo que sea. 

Fe de erratas: En el anuncio pesadillesco de la semana pasada, comenté que no recordaba que mi madre hubiese hecho albóndigas alguna vez. Me ha amenazado con cosas dignas de la Yakuza si no me retractaba inmediatamente porque, según dice, sí ha hecho albóndigas. La cosa me quiere sonar así que le creeremos, no vaya a ser que desatemos una terrible venganza... Hala, ¿contenta?

martes, 23 de septiembre de 2014

Ustedes Dirán XCVI: A la rica rima fácil (sugerido por Zum)

Zum, nuestra jovenzuela preferida, me sugirió esto hace años mil. No he podido localizar por qué vía. Juraría que me lo mandó por Facebook pero no he sido capaz de encontrar el mensaje. Por suerte, he conseguido el enlace y puedo hoy ofreceros esta maravilla.

Bien podría ir en “Anuncios Pesadillescos” pero jamás he visto esto en la tele así que no sé cuál ha sido su grado de alcance hacia el gran público.

Comenzamos con unas imágenes en blanco y negro donde vemos a una madre y una hija en pijama que se abrazan en mitad del pasillo como si ya no fueran a volverse a ver en la vida. El locutor apocalíptico nos informa que, si tu hijo tiene miedo a la oscuridad, toda la familia pierde el sueño (me aventuro a pensar que tal vez lo pierdan incluso los miembros de la familia que no viven bajo vuestro mismo techo).

Pero, por suerte para todos, unos amables fabricantes han pensado en esos terribles momentos fabricando un cojín (disponible en formato cuadrado o corazoncito) que brilla en la oscuridad. Vamos, como el Gusiluz de toda la vida pero en formato cojín.

Por lo que vemos en las imágenes, mientras una cancioncita discotequera nos hace mover los piececillos, no sólo es adecuado para que los niños no tengan miedo. También vemos a una adolescente chatear en la cama vete tú a saber con qué depravado iluminada por el cojín; dos niñas se dedican a darse almohadonazos luminosos, otra apunta maneras de futura acaparadora y se ve que los colecciona porque sobre su cama debe haber unos cinco, todos brillando como si el dormitorio se hubiese convertido de repente en una fiesta rave.

La letra de la canción da más miedo que la oscuridad en sí misma, con joyas como “Mi cojín molón mola mogollón” o “En la fiesta de pijamas es la estrella que más brilla. Me acompaña cuando duermo, no tengo pesadillas”. Esto lo ha compuesto Leonardo Dantés como poco. Ya me estoy imaginando la coreografía con movimientos espasmódicos mientras todos coreamos ““Mi cojín molón, oh, oh,  mola mogollón”. Yo aquí huelo a éxito para el verano 2015. El anuncio es más viejo pero nunca hay que perder la esperanza de que en algún momento podamos pasar las noches veraniegas bailando al son del cojín molón.  Mira, ha rimado y todo. Puedo aprovechar este momento de inspiración para colaborar con la marca porque, para rematar la faena, en el anuncio de TúTubo, el anunciante informa que están buscando nuevas estrofas para la segunda versión. Así que, ya sabéis, echad mano de vuestra imaginación y haced vuestro aporte. Los comentarios de la gente son lo que ha sumado valor a esta joya publicitaria para un producto, sin duda, tan necesario.

A mí, a bote pronto, se me ocurre algo como:

“Mi cojín molón
Mola mogollón
Duermo como un lirón
Aunque pase un camión”.

Aunque me sigue convenciendo más lo de “bailar a su son”.

Seré buena. Podéis disfrutarlo aquí


P.S. Mandadme vuestra propuestas, no seáis vaguncios.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Crónicas Felinas CV: Juegos otoño-invierno 2014

Marrameowww!!!

Mientras espero a que la bruja y el consorte me traigan un compañero con el que compartir mis momentos de tedio, con algo tendré que entretenerme, digo yo. Y como, otra cosa no, pero tiempo para pensar y elaborar maquiavélicos planes tengo de sobra, he descubierto otra manera de fastidiar a mis humanos y que hago aquí extensiva a fin de que el resto de felinos que me leen puedan poner en práctica en sus respectivos hogares.

La técnica es sencilla y no necesitáis prácticamente elementos. Para pasar un rato entretenido serán precisos los siguientes ingredientes:

- Un sofá.

- Uno o dos humanos sentados en el mismo con ganas de ver algo en la tele (cuantas más ganas tengan, más divertido es el juego, hacedme caso).

- Vuestro rabo (éste lo lleváis incorporado, así que es lo más fácil de todo).

La argucia es la siguiente: imaginaos que es viernes o sábado por la noche y vuestros humanos se disponen a ver una película o una maratón de su serie favorita o un programa sobre técnicas de crochet.  Qué sé yo, allá ellos con lo que le guste a cada uno. Pues bien, una vez que estén sentaditos con la cabeza cómodamente apoyada en el respaldo del sofá, subíos vosotros también al respaldo, poned cara de “qué a gustito estoy y qué mono soy” y comenzad a mover el rabo rítmicamente. Al principio, una cosa disimulada sobre el propio cabecero pero, una vez que la cosa ya ha pillado cadencia y, sobre todo, inercia, empezad a azotar sin piedad la cabeza del humano que tengáis más a mano.

He bautizado este divertido juego como “El rabo castigador” y hay varios tipos de movimiento, a cuál más divertido.

1) Latigazo a mala leche dado en toda la cocorota.

2) Movimiento pausado intentando pasar por la oreja del humano, provocando todas las cosquillas posibles.

3) Restriegue de rabo por las fosas nasales, causando estornudos en cascada.

4) Si ya tenéis práctica en el asunto, ganáis puntos extra si conseguís embocar el rabo entre el ojo del humano y la lente de sus gafas de ver. Dependiendo del grado de pericia y de cuánto os lo curréis, los resultados variarán desde un molesto picor hasta una conjuntivitis en toda regla (sólo para nivel experto).

Las reacciones pueden ser de lo más diversas, dependiendo del carácter de cada humano. La bruja, por ejemplo, comienza ignorando el asunto, pensando que ya me cansaré pero, a la quinta vez que le meto el rabo en ojo comienza a exclamar  un quejumbroso “Ayyyyy, Pequeeeee. Tate quieto ya!!”. Sí, dice “tate”. Si la teníais por una persona culta y con dominio del lenguaje, os podéis ir desengañando.

Pero como básicamente es tonta, la cosa no pasa de sus quejiditos lastimeros plagados de errores gramaticales. No le da ni por cambiar de posición, a la muy pavota. Yo creo que, en el fondo, le gusta el invento éste del rabo castigador.

Si es que es hija del rigor.

Prrrrrr.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Supercalifornialísticoespialidoso VII: En tierra de Walt

La clásica estatua de Disney
La entrega de hoy de ha generado bastante expectación, a juzgar por los comentarios que dejasteis en la anterior así que, para vuestro deleite, hoy vamos a pasear por Disneyland.

El churri me había dicho que lo mismo me decepcionaba porque yo lo recordaba con ojos de niña, cuando todo es mágico y maravilloso pero no me decepcionó. Es cierto que mi estado de excitación no era el mismo que cuando tenía ocho o diez años pero es algo tan divertido que creo que, tengas los años que tengas, lo disfrutas. De hecho, cuando yo era pequeña, hasta mi abuela se apuntaba.

Fuimos sólo un día y, encima, han abierto enfrente otro parque algo más pequeño, llamado “Disney California Adventure” así que, para que nos diera tiempo a ver un poco de todo, tuvimos que sacrificar alguna cosilla pero las atracciones en las que estuvimos nos encantaron.


En la cola de Star Tours. Una montaña rusa virtual
En la de Buzz Lightyear (ésta no existía en mi infancia) vas en un carrito con una pistolita intentando hacer diana en las cosas que salen alrededor. Con deciros que, de todos los que íbamos, la media de puntos fue de 50.000 y yo hice 3.200, supongo que os hacéis una idea de mi patosidad.

La “Space Mountain” es una montaña rusa cubierta donde vas completamente a oscuras. A mí casi me da algo. De pequeña me encantaban estas cosas pero reconozco que con los años me he vuelto más miedica y subí porque es la atracción preferida de M., el hijo menor de mi primo R. y, ya que estábamos, subimos todos. Es divertida pero me podía haber ahorrado el pre infarto. Hacen una photo-finish donde mi primo y M. salen haciendo el payaso y yo salgo con una cara de terror que da hasta penita verme.

De las que recuerdo de pequeña, fuimos a “The Pirates of the Caribbean”, que sigue igual a como la recordaba, con la diferencia de que han puesto también a Jack Sparrow, que antes no estaba, como se puede imaginar. Siempre adoré esa atracción a pesar de que por doquier ves piratas borrachos acosando mujeres, torturando a alguien o liándose a cañonazos. Vamos, que Blancanieves estaba bien pero a mí me molaban más estas cosas.

Coche fúnebre en el jardín de la Haunted Mansion
Siguiendo con temas truculentos, fuimos a la “Haunted Mansion”, una mansión encantada que también hacía mis delicias de niña y las volvió a hacer a mis 36 años. Recuerdo que antes, aparte de los dioramas y todos los efectos especiales, también había actores que salían a asustarte. Ahora no los hay. Me pregunto si es que alguno se llevó una paliza en un ataque de nervios de alguien.

Justo enfrente a la casa encantada, vi que vendían unas mantitas de Jack Skeleton (el de “Pesadilla de Antes de Navidad”) que estaban muy chulas pero, como no quería andar cargando con ella todo el día, pregunté si la tenían en la tienda de fuera del parque. Me dijeron que sí, por lo que decidí esperar. 
La mansión


Y vosotros también esperaréis, ¿a que sí?

Os dejo con más fotitos:

La entrada al parque

Llamativo carruaje en la calle principal

El castillo de La Bella Durmiente

Pinocho contándome una mentira

Mickey de lejos (Conformaos con esto. La foto la cobraban)

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Anuncios Pesadillescos CIX: Las “almóndigas”

En este anuncio salen dos personas. Una mujer a la que no se le ve la cara (debe de ser maravilloso estudiar arte dramático para luego no poder ni demostrar el trabajo que has hecho) y un chaval que parece ser su hijo. Al chaval apenas se le ve al final del anuncio, así que tampoco podemos decir que haya tenido una participación estelar.

Y entonces, ¿quién es el protagonista?, os preguntaréis. O tal vez no, pero os lo voy a contar igual porque de otra manera el post se quedaría bastante escaso. Los que no queráis conocer la respuesta a este tremendo misterio tenéis tres segundos para cambiar de blog.

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Una bolsa.

Sí, no pongáis esa cara. Estuvisteis a tiempo de leer un blog más interesante y aun así os habéis quedado. Ahora no hay escapatoria.

La protagonista es una bolsa. Una bolsa con ojos de dibujo animado y cara sonriente. Vemos las manos de la mujer de la que os hablaba al principio, llenándola hasta los topes de albóndigas en salsa. La bolsa se relame de gusto y dice “Mmmmm, almóndigas. Qué buenas”. Vale, no dice “almóndigas”, pero me hace más gracia que lo diga, ¿qué pasa? Tomadlo como una licencia literaria.

Pues eso, la señora llena la bolsa de “almóndigas” y la pone en la cestita de una bici. Muy bucólico todo. Se intuye que esta mujer pilla unas velocidades tremendas con el vehículo porque, en los baches, la bolsa sale volando mientras exclama “Yuhuuu” y vuelve a caer en la cestita, presumiendo de que no ha perdido ni gota de la salsa de las “almóndigas” porque se cierra con un “Ziiiip” (para que sea cool hay que decirlo con mucho zumbido al pronunciar la zeta).

Y, finalmente, la bolsa y su contenido llegan intactos a la casa donde vive el presunto hijo, que se ve que para esto de la cocina es igual de vago que una menda y, si su madre no acudiese en su rescate, moriría de inanición. Aquí añado yo que, aparte de vago, es agarrado porque yo sobreviví a base de platos precocinados y aquí estoy. Me gasté una pasta en el pasillo de los congelados pero logré salir adelante sin haber estrenado la cocina, prácticamente. También tengo que reconocer, no obstante, que mi madre lo tenía bastante chungo para traerme “almóndigas” en bicicleta. No ya sólo por los kilómetros y el océano que nos separan sino también porque creo que mi señora madre no ha preparado estas bolitas de carne en su vida. No la culpo. Yo lo intenté una vez y quedaron como una especie de filetes rusos flotando en salsa. Probablemente la bolsita no hubiese podido decir “Mmmm” ni echando mano de todas sus dotes interpretativas y su amplio repertorio de registros. Hubiese aprovechado para suicidarse en uno de los brincos de la bicicleta.

Y ya me he ido por las ramas. Mira que os había avisado pero ni caso, oye. Ahora es tarde para lamentos. 

martes, 16 de septiembre de 2014

Ustedes Dirán XCV: Que viva la mujer del Siglo XXI (sugerido por Mandarica)

Y seguimos satisfaciendo los deseos de Mandarica, aunque me da a mí que pide por pedir, porque luego ni se acuerda de las propuestas que me hace. En fin, como yo sí soy organizadita (no como otras) hoy venimos con otro momento musical de estos que hacen las delicias de todos (y, en esta ocasión, especialmente de las feministas). La canción de esta semana es…

“Te compro tu novia” de Ramón Orlando.

Te compro tu novia
pues tú me has dicho cómo es ella
y me gustó la información.

Vamos, como quien da detalles sobre el rendimiento de su coche.

Te la compro
pues nunca he tenido suerte
con las que he tenido yo.

Pues lo mismo las que no han tenido suerte contigo han sido ellas, que si todas te han salido rana a lo mejor es porque andas comprando mujeres como quien compra tomates en el mercado.

Te compro tu novia
no voy a regatear el precio
ni de pronto el valor.

Ahí, yendo de espléndido por la vida. Será por dinero…

Te la compro
no creo que saldría cara
ni aunque cueste un millón.

En primer lugar, no se dice “no creo que saldría cara” sino “no creo que saliera cara”. Sí, soy un talibán ortográfico. En segundo lugar, ¿hablamos de un millón de dólares, de pesos, de euros, de las antiguas pesetas o de camellos?

Pues tu me has dicho que
es linda y apasionada
y es buena y adinerada
no cela nunca por nada
y sabe hacerlo todo en la casa.

Qué chollo, oye. Una fiera en el tálamo conyugal, sumisa, con pasta para mantenerte, te deja que te vayas por ahí de pingo con tus queridas y encima te tiene la comida hecha, la casa limpia y recogida y los calzoncillos planchados y oliendo a suavizante de orquídeas. Si te la venden, para mí que no te lo están contando todo…

No sale ni a la esquina
no habla con la vecina
no gasta y economiza
y todo lo resuelve tranquila.

Claro que sí. En casita, como debe ser. Una mujer no debe salir nunca sola de casa a menos que sea para hacer la compra. La compra de víveres para el hogar, quiero decir. Nada de andar pensando en comprarse zapatos o un vestido bonito porque si te compras un vestido nuevo ¿para quién te lo estás comprando? Seguro que eso es para que te miren por ahí.

Véndela, véndela
o dile a su madre que me fabrique otra igualita.

Por supuesto. Siempre se puede pedir una novia a la carta, faltaría más. Lo mismo hay excedentes de fábrica y todo.

Véndela, véndela
si quieres una mía por ella te las cambio toditas.

Vamos, que se ve que las tuyas no son mujeres como deben ser. Serán unos pendones que no sabrán cocinar, gastarán dinero en ellas mismas y lo mismo hasta se maquillan para salir a la calle.

Y luego repite tooooodo otra vez, por si el mensaje inicial no hubiera quedado claro. ¿Cómo se os queda el cuerpo?

P.S. No os quedéis con las ganas y pedidme vuestras chorradas

lunes, 15 de septiembre de 2014

Crónicas Felinas CIV: Preparándome para los cambios

Marrameowww!!!

Ciertas conversaciones escuchadas en los últimos días en mi casa me han hecho vivir en un momento flashback constante.

Por lo que he podido descifrar, traduciéndolo a maullido básico, la bruja y el consorte andan pensándose incorporar otro felino a éste nuestro hogar. Según comentan, lo hacen para que yo no me sienta solo y tenga un compañero con el que jugar. O eso dicen ellos. Vete a saber si no tienen intenciones ocultas.

La idea, en un principio, me atrae. No negaré que, desde que falta nuestro Luhay al que todos guardamos en el recuerdo, me aburro como una ostra. No sé por qué se empeñan en decir que las ostras se aburren; a lo mejor se lo pasan pipa abriéndose y cerrándose y produciendo perlas a mansalva. Bueno, que me voy del tema. Me aburro, da igual como qué, y seguramente un compañero felino me ayudaría a sobrellevar esas horas de soledad pero, por otra parte, la idea me da un poco de miedito por varias razones.

Según tengo entendido, la idea es traer un cachorrito y tengo que reconocer que me inquieta un poco la idea porque tal vez me robe protagonismo. Lo verán ahí, pequeño, indefenso, juguetón y con esa carita que sólo sabemos poner cuando somos infantes y yo no podré competir con ese despliegue de monerías.

Por otra parte (y aquí viene el momento flashback del que os hablaba al principio de este post), recuerdo que cuando llegué a las vidas de la bruja y el consorte, Luhay tenía seis años y yo era un imberbe de cuatro mesecitos. Y admito que Luhay me tuvo mucha paciencia. Mi principal pasatiempo era cogerle la cabeza y meterme su oreja en la boca, como si de un chupete se tratase. Podía tirarme horas succionando su pabellón auricular y él ni se inmutaba. No es que a mí me preocupe en demasía si a los demás les molestan, o no, mis actos pero si ahora me pongo en su lugar y me imagino que tal vez me pase lo mismo con el recién llegado, me pongo un poco nerviosito. Aunque también es cierto que, una vez que yo soltaba la oreja-chupete, Luhay sacudía la cabeza duchando a la bruja con mis babas. Poder ser yo quien sacuda la cabeza en ese momento tiene que dar una satisfacción tremenda, así que el tema tendría sus ventajas y sus inconvenientes.

También pienso que un cachorro es la excusa ideal para llevar a cabo todas las trastadas que se me ocurran y alguna más. Todo lo que aparezca roto, volcado, tirado o manchado será obra suya y sólo suya, independientemente de quién haya perpetrado el crimen. A ver quién va a sospechar de mí, con lo bien que me porto (casi) siempre.

En definitiva, que estoy contento con la idea y, si no me prestan atención, ya me ocuparé yo de que me la presten. Será por artimañas. Bien dicen que más sabe el gato por viejo que por gato.

Prrrrrr.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Supercalifornialísticoespialidoso VI: El lado japonés de San Diego

Con un bus de tour de miediiitooo
Según salimos de Sea World, fuimos a San Diego a cenar. He de reconocer que de pequeña nunca había estado allí y la verdad es que me sorprendió para bien. Es una ciudad preciosa con un encanto de lo más particular. Se mezclan las típicas casas modernas americanas con otras muy coloniales que a mí me parecen una monada. Es una ciudad donde hay muchísimas historias de fantasmas y, aprovechando la jugada, lo explotan turísticamente, haciendo tours por los sitios donde al parecer los espíritus campan a sus anchas. Pena que en esta vida no se puede hacer todo y quince días no dan para tanto pero prometo que la próxima vez que vaya (porque habrá próxima vez; hay que ser positivos en esta vida) no me pierdo asistir a un tour fantasmagórico.

Sin embargo, la visita estuvo muy bien porque mi primo R. nos llevó a cenar a Harney Sushi. No sé si
De camino a cenar. Churros everywhere
será cierto que el mejor rosbif del mundo está en el barrio chino de Los Ángeles pero el mejor sushi que he probado en mi vida os aseguro que está en San Diego (aún no he tenido oportunidad de comerlo en Japón. Todo se andará). También hay que reconocer que no es un sushi muy al uso. Las recetas son muy innovadoras y ponen mucho empeño en utilizar pescado que no pertenezca a especies amenazadas. Estaba todo riquísimo y la camarera era un encanto aunque hablaba a toda pastilla y confieso que le entendí aproximadamente el cincuenta por ciento de lo que hablaba.

En un ataque de magnanimidad dije que invitaba yo a la cena y aquí me di de cabeza contra el sistema. Resulta que te traen la cuenta, tú das la tarjeta, se la llevan, te cobran (no piden pin, ni identificación ni nada, así que si sois ladrones de tarjetas ya sabéis dónde está el paraíso) y, cuando te traen el recibo, ahí tienes que escribir a mano cuánto quieres dejar de propina y firmar por el total. Se supone que te vuelven a hacer como otro cargo. No sé. Es que no lo entendí por mucho que mi primo se esforzó en explicarme el sistema. Al final opté por poner 0,00 en el apartado de la propina y la dejé en efectivo, a la española. Que se note el choque de culturas.

Aquí nació "The San Diego Union" un periódico pionero en
California, fundado el 10 de octubre de 1868
De ahí salimos a dar un paseíto para bajar las cantidades ingentes de sushi que llevábamos en el organismo y hasta entramos en una tienda de chucherías que está ambientada como en la época colonial. Es una monada (no saqué fotos porque no me gusta eso de sacar fotos dentro de las tiendas. Siempre que lo he intentado me he llevado una bronca).

Luego pasamos por la zona de marcha, que es famosa porque en San Diego vive mucho estudiante así que hay juerga y fiesta todos los días de la semana. Era lunes y aquello estaba hasta arriba de gente. Después se quejarán de suspender. Esta juventud está perdida…

Os dejo con más fotitos de San Diego y la semana que viene iremos a saludar al Ratón Mickey.

Las callejuelas

Con las maquinitas de periódicos

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Anuncios Pesadillescos CVIII: El Abeconejo que resultó ser Abejonejo

Éste me lo sugirió Dolega hace muchísimo pero con el tema de las vacaciones se me ha acumulado el trabajo.

Se trata, a estas alturas, de todo un clásico en nuestras pantallas en época estival. Hablaremos hoy del anuncio del “Abejonejo”. Tengo que aclarar que llevaba años creyendo que su nombre era “Abeconejo” pero he visto el anuncio en el canal oficial del laboratorio que lo fabrica y parece ser que la alimaña recibe el nombre de “Abejonejo”.

En un apacible mediodía, una familia se dispone a disfrutar de una agradable comida en el jardín mientras los pajarillos cantan y las nubes se levantan. Una niña, su padre y su abuelo se encuentran ya zampando a dos carrillos mientras la madre se acerca con una ensaladera (me revienta eso de empezar a comer sin esperar a que estén todos sentados a la mesa). En fin, llega la madre y, de repente, abre tanto los ojos que parece que se le van a salir de las órbitas y profiere un alarido digno de película de terror de los años 50, dejando caer la ensaladera con el consabido sonido de cristal hecho añicos (sobre el césped mira que me extraña pero lo dejaremos correr).

El motivo de tanto escandalete es un ser con cuerpo de abeja del tamaño de un conejo (ya lo vamos pillando, ¿eh?), orejas y cara de conejo, gafas de aviador y un aguijón de un palmo de largo. Se asoma, ladino, por detrás de la jarra de agua, la cual es volcada por el pater familias en un vano intento por cargarse al bicho de un manotazo (a ver quién recoge el estropicio que están montando). La niña se monda de risa, el padre intenta ensartar al abejonejo con un tenedor como si de un pincho moruno se tratase, fallando en el intento mientras el abejonejo agita un mini capote rojo que a alguien le debe de haber parecido muy gracioso incluir, mientras la madre, al fondo de la escena continúa dando saltitos histéricos y haciendo aspavientos. El abuelo pone los ojos en blanco mientras continúa comiendo (debe de estar pensando. “Ya le decía yo a mi hija que su marido era un gañán”).

El padre, no muy hábil pero sí insistente, opta por arrojarle un plato a modo de frisbee, que el bicharraco esquiva en pleno vuelo con un quiebre de cadera que ya lo quisieran para sí los recortadores y le saca la lengua a los comensales en una clara actitud burlesca. Finalmente, toda la familia corre a refugiarse al interior de la casa al ver que no se hacen con la bestia.

La bestia parece haber picado al valiente cabeza de familia quien, con una sonrisa en la cara, se dedica a untarse el famoso producto contra las picaduras en una porción de piel desmesuradamente pequeña dado el tamaño del aguijón del abejonejo. Digo yo que si esa fiera te pica, tiene que dejarte un cráter en el brazo.

Y fin. Tanta historia para esto. 

martes, 9 de septiembre de 2014

Nonagésimo noveno premio: Otro Lovely Blog Award

Mi querida Eva ha tenido a bien pasarme este premio que ya tenía pero, como trae nuevas preguntas y, viendo la temática de las mismas, me da la sensación de que está haciendo un estudio de mercado, no la voy a dejar en la estacada y procedo a contestarlas. Eso sí, ya advierto que dejo aquí el premio con las mismas preguntas de Eva porque creo que éste lo tiene ya todo el mundo así que, si alguien quiere llevárselo, es libre de hacerlo con mi bendición.


Al lío:

1.- ¿Qué nombres de bebés prefieres más, los clásicos o los demasiado modernos? : Pues la verdad es que no es una cuestión de antigüedad de los mismos sino de cómo me suenen así que en mi lista hay un poco de todo. De todas formas, como ni tengo niños ni tengo pensado tenerlos, tampoco es un tema que me quite el sueño…

2.- ¿Qué te gustaría más y qué menos de vivir en Asturias?: Lo que más, el paisaje tan verde. Me encantaría eso de pasear por el “prau” sintiéndome un elfo pero llevaría fatal el clima.

3.- ¿Eres rencoros@?: Depende del grado de maldad que hayan cometido conmigo. Suelo perdonar pero me ando con pies de plomo para futuras ocasiones. No sé si eso es ser rencorosa o precavida.

4.- ¿Hiciste alguna amistad en la blogosfera que a día de hoy has perdido? ¿Qué pasó?: Pues de momento no he perdido ninguna y espero que siga así.

5.- ¿Qué se te pasa por la cabeza cuando ves a alguien porteando a un bebé en mochila colgona y/o mirando para fuera?: No sé. Nada. Es que ni siquiera me fijo mucho en los bebés que veo por la calle así que no sé qué opinión debería merecerme esto.

6.- ¿Hiciste el legado de Tibu, te parece una chorrada como un campano o ni siquiera sabes lo que es?: No tengo ni idea de qué es eso. Y podría buscarlo para desasnarme y tal pero columbro que es de esas cosas que mi cerebro agradece no saber.

7.- ¿Te parece cutre salchichero poner langostinos en una boda o se te hacen los ojos chiribitas cuando te los sirven?:  A mí el marisco me gusta mucho así que no le hago ascos a unos buenos langostinos. No sé si debería considerarse cutre o muy clásico. La boda española, para ser española cien por cien, tiene que tener langostinos. No obstante, en su boda cada cual pone lo que le apetece o puede permitirse.

8.- ¿Te escandalizan las novias que no van de blanco?: Uy, sí. Qué horror… Habrase visto tamaña desvergüenza. Eso debe de ser porque no van puras al altar.

9.- ¿Qué impresión te dan las novias con el pelo suelto?: ¿De colorines y con el  pelo suelto? Unas hippies zarrapastrosas todas.

10.- ¿Le pondrías a tu niño todas las vacunas que existen, sólo las que entran en la Seguridad Social, las menos posibles o, directamente, ninguna?: Ando siempre pendiente de cuándo le toca la vacuna y el antiparasitario al gato así que creo que les pondría todo lo que haya disponible. Bueno, la de la gripe no, que ahí hemos estado todos y de vez en cuando viene bien estar un poco pocho para que te den mimitos y atención.

11.- ¿Qué plato de cocina te sale mejor? (Pon la receta): Iba a hacer el chiste de decir que mi mejor receta es llamar al pizzero pero venga, voy a poner la receta del guiso de fideos de mi tierra. No sé si es lo que mejor me sale pero es muy autóctono y me queda bastante bueno cuando lo hago cada dos o tres lustros.

Al ser un plato típico, cada maestrito tiene su librito. El guiso a la Álter es así:

Ingredientes para cuatro personas (con hambre)

- 2 zanahorias en medias rodajas
- 1 pimiento rojo (o medio si es de estos mutantes que pesan una tonelada) picado
-1 cebolla picada
-Sal, pimentón (yo lo uso dulce pero le podéis poner un poquito picante), orégano, laurel y un chorrito de aceite
- Una lata grande  de tomate natural
- Un plato de fideos (aquí va en gustos. Lo suyo es usar fideos de los grandotes pero a mí me da un poco de asquito y suelo usar tiburón)
- 400 gramos de carne de ternera picada (o cortada en cuadraditos, como gustéis).
- 4 patatas pequeñas.

Preparación:

En una olla doramos la cebolla, el pimiento y la carne (que quede marroncita). Cuando esto tiene colorcillo apetecible, agregamos las especias, el tomate y agua (hasta alcanzar un poco más de la mitad de la olla).

Le agregamos la zanahoria y, cuando el agua haga blub – blub (lo que los profesionales de la cocina conocemos como “hervir”), agregamos las patatas cortadas en trozos ni muy grandes ni muy pequeños.

Cuando las patatas estén más o menos a mitad de cocción, agregamos los fideos hasta que estén hechos y ya está.

Facilito e ideal para los días de invierno. Por cierto, la idea es que quede caldosito  (es un plato de cuchara) así que no os cortéis en añadir más agua si veis que aquello se está quedando seco porque si no es una plasta que no hay quien se la coma.

Si alguien prueba, ya me contará.

No puedo creer que acabe de publicar una receta de cocina. ¿Pero qué ha sido de mí?

lunes, 8 de septiembre de 2014

Crónicas Felinas CIII: De calores y estilismos

Marrameowww!!!

No sé si lo habréis notado pero, al menos aquí en Madrid, está haciendo más calor ahora, cuando se supone que está a punto de abandonarnos el verano, que el que hizo durante el mes de julio. Antes no le daba tanta importancia a estas cosas pero se ve que me estoy haciendo mayor y como que me apetece hablar del tiempo. Además, no tengo por qué dar explicaciones, que para eso ésta es mi sección y maúllo de lo que me da la real gana.

Pues eso, que está haciendo un calor tremendo y no atino más que a tirarme en el suelo cuan largo soy a ver si me refresco un poco. Otro de mis lugares preferidos para combatir la calorina estival es debajo de la cama. No es que el dormitorio esté más fresco que el resto de la casa pero, qué sé yo, ahí me da la sensación de que estoy como a la sombrita y al menos me sirve en cuanto a factor psicológico que, parecerá una tontería, pero ayuda y mucho. Probad a tumbaros debajo de algo y veréis.

Eso no quita que de vez en cuando salga a la terraza a tirarme al sol. A mediodía. En realidad, me achicharro, pero es que me hace gracia ver la cara de pasmo de mis humanos mientras comentan entre ellos “No sé cómo puede estar ahí con el calor que está haciendo”. Así que, como prefiero quedar como una pasa de uva antes de dar mi pata a torcer, todavía me quedo otro rato más hasta que ya entro e ingiero un poco de pienso como para disimular y que no piensen que he entrado porque estaba a punto de echar el bofe.

En mi casa encienden un cacharro algo ruidoso que consiste en una cosa redonda que se mueve de un lado a otro, apoyada en una pata y que, según los humanos, da mucho fresquito. No sé yo si lo dicen por tomarme un rato el pelo porque, la verdad, yo me tumbo justo debajo como quien se tira a la sombra de un arbolito y no es que note demasiado frescor… Para mí que se están quedando conmigo y yo estoy picando como un pardillo. De todas formas, sigo poniéndome debajo del cacharro porque me gusta apoyarme en la pata y notar la vibración del aparatejo en la barriguilla. Constituye un masaje de lo más relajante y placentero.

La bruja, que es un ser por demás abyecto y horripilante , cada vez que me ve arrastrarme cual babosa, me dice “¿Quién te manda tener tanto pelo? ¿No quieres que te rape para estar más fresquito?”. Y yo le quiero contestar que por qué no se rapa ella, que seguro que ahí  completaría su look de bruja. Puritita envidia es lo que tiene, que como nació con tres pelos pretende dejarme a mí hecho un Cristo para que no se note que soy extremadamente más hermoso que ella, con calor o sin él.


Prrrrrr.